Nacionalismo
Sr. Puigdemont perdone el desorden
El destino suele jugar pasadas caprichosas, quien le iba a decir al presidente de la Generalitat que la plaza de Cibeles le estaría aguardando con un «perdone el desorden» tan solo unas horas después de las celebraciones por el título liguero que conseguía el Real Madrid en la ultimisima jornada de campeonato y además a costa del FC Barcelona. Mal cálculo por parte de quienes precisamente aprovechan cualquier resquicio, incluido el deportivo para manipular los sentimientos colectivos. Pero anecdóticas y coincidencias aparte, lo de Puigdemont hoy en el palacio de Cibeles tiene más pinta de descalabro –uno más– que de otra cosa, no tanto por el hecho de acudir a la sede consistorial de la capital del estado arrogándose una vez más el sentir de toda la ciudadanía catalana, desde una posición que en términos reales solo es mayoritaria en el ruido, como por tratarse de otra «mascleta» mediática solo encaminada a insuflar recorrido a un proceso que lleva ya demasiado tiempo en vía muerta, por mucho que hoy se le pretenda revestir de boato institucional en una sede oficial.
La conferencia que el jefe del ejecutivo catalán ofrecerá en la caja de música de la sede municipal madrileña, acompañado del vicepresidente Junqueras y del responsable de la «diplomacia» Raúl Romeva tiene un calado estratégico que va mucho más allá de otra simple «gracieta» de la alcaldesa Carmena en su particular interpretación de la libertad de expresión. Se trataba de dar un golpe de efecto como era el de anunciar los términos del referéndum ilegal en la mismísima «metrópoli», solo que no contaban con el ofrecimiento del Gobierno del estado para explicarse en el parlamento. La oferta de la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, no sólo viene a desactivar la actuación que se prepara en Cibeles poniendo sobre la mesa la alternativa de la sede que más fielmente representa el poder emanado de la ciudadanía, sino que inyecta una dosis de auténtico pavor reanimando el fantasma del plan Ibarretxe que todavía se arrastra renqueante y quejoso por los pasillos y rincones del Congreso de los diputados tras sufrir el inapelable varapalo de 299 votos contrarios a la aventura secesionista sobre los 350 totales de la cámara baja.
Puigdemont tiene un recorrido claramente acotado y ligado al «proceso», pero el «PDeCAT» mira inevitablemente más allá, por eso el acto de hoy ha pasado de ser otro previsible brindis al sol en la línea de la conferencia de Bruselas a la justificación para exigir al Gobierno un acuerdo pactado sobre el referéndum, que evite lo que se contemplaría como una encerrona en la carrera de San Jerónimo. Y como ocurre que el Gobierno ni puede ni debe asumir ese acuerdo por ilegal, el panorama más factible pasa por la confirmación de la convocatoria de referéndum hoy en el «número» del Ayuntamiento, a la espera de que el estado ponga los medios para impedirlo y consiguientemente evite al «PDeCAT» el «Harakiri» electoral de bajarse de la burra del «proces». Ergo, en la caja de la música de Cibeles hoy no habrá nada más allá del ruido.
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