Carmen Enríquez
Suave tirón de orejas
Preocupación, tristeza y cierta desesperación por el bloqueo de la vida política son, según personas próximas al Palacio de la Zarzuela, los sentimientos que conforman el estado de ánimo actual del Rey Felipe, en esta semana posterior al frustrado intento de investidura del candidato del Partido Popular. El hecho de incluir ayer en el comunicado de la Casa del Rey un par de párrafos del discurso de la pasada Navidad, en el que se instaba a los políticos al diálogo, la concertación y el compromiso, es interpretado como un toque de atención del Jefe del Estado a todos ellos, aunque algunos también lo toman como un suave tirón de orejas por no haber sido capaces de llegar a acuerdos que permitieran la elección del presidente del Gobierno. Y digo suave porque en el despacho del Monarca y de sus asesores de la Casa del Rey se sigue apostando por atenerse estrictamente a no salirse del estrecho sendero que marca la Carta Magna al Rey de ejercer únicamente de árbitro y moderador de la vida pública. En las estancias de trabajo del Palacio de la Zarzuela no quieren oír nada de nada acerca de dejarse llevar por los cantos de sirena que algunos propugnan al apostar por volver a la práctica de ese verbo tan denostado como es el de «borbonear». Una práctica que inició Alfonso XIII, aunque conviene recordar que le costó la Corona, y que Don Juan Carlos usó con mucho tiento, pero eso sí, antes de que se promulgara la Constitución. Después, se apostó por no apartarse de la senda constitucional.
Sin embargo, es importante recordar a los que abogan por el «borboneo», que no es otra cosa que tratar de presionar e influir en el ánimo de los políticos con un método más contundente, que el escenario político de ahora ha dejado de ser el de un sistema bipartidista y ha derivado en una clara pluralidad. Cuando Felipe VI fue proclamado Rey, hace dos años y casi tres meses, inició su discurso proclamando que era el primer Rey constitucional y eso, aunque pudiera parecerlo, no era una obviedad. Era toda una declaración de principios acerca de cómo iba a discurrir su forma de actuar como Jefe del Estado, una senda que no iba a tener recovecos ni posibles vías de escape ni desvíos por los que eludir puntualmente sus obligaciones constitucionales. Ésa ha sido su hoja de ruta desde entonces por convicción propia y también por ser la norma ineludible que le ha inculcado durante décadas el actual Jefe de la Casa de S.M. El Rey, Jaime Alfonsín, principal consejero de don Felipe.
Al actual Monarca le preocupa no sólo el bloqueo político en el que se halla sumido el país, sino también el impasse en el que se halla inmersa la institución de la Corona, con la escasa actividad oficial programada en los últimos meses y la suspensión casi total de la actividad de los Reyes en el exterior. Un parón que impide una proyección de Don Felipe y Doña Letizia en los escenarios internacionales en un momento imprescindible para la pareja, en el que tendrían que dedicarse a reafirmar su imagen, que es también la del Reino de España. Al decidir no realizar visitas de Estado tan importantes como las programadas a Reino Unido y a Japón, el Gobierno fue quizá demasiado estricto y no sopesó del todo las consecuencias negativas de suspender esos viajes que privaron a la diplomacia española de una ocasión de oro para proyectar una imagen impecable de una Monarquía joven y renovada.
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