Lucas Haurie
Susana Díaz: susto o muerte
En manos de los veintidos diputados socialistas andaluces que votarán en las diferentes sesiones de investidura a partir del 13 de enero, es decir, en manos de Susana Díaz, queda la decisión de decantarse por una triple posibilidad verdaderamente diabólica: provocar la repetición de las elecciones al comienzo de la primavera, sumarse a la alegre pandilla de Pedro Sánchez en busca de un Frente Popular aliñado con independentistas de las cuatro esquinas del mapa, Bildu incluido, o abstenerse para que Mariano Rajoy gobierne en precario. De las tres, la última es seguramente la que menos seduzca a las bases pero sin duda es la que más obedece al interés personal de la lideresa, que consolidaría su figura como natural relevo dinástico (y rápido: una legislatura así planteada difícilmente llegaría a su ecuador) y mostraría en el próximo congreso del PSOE, en toda su crudeza, el patético resultado del secretario general. El precipitado anuncio de que se presentará a la reelección sólo tiene sentido si lo hace como presidente del Gobierno, aunque sea de uno secuestrado por el abigarrado ejército de Pancho Iglesias. Además, la presidenta sabe que esta basculación hacia la izquierda la obligaría a meter por las puertas de la Junta a los «kichis», puesto que achicharraría a Ciudadanos como socio. Y a ver cómo lidia entonces con una Teresa Rodríguez vitaminada por la recolecta de los últimos despojos de IU. Optar por otras elecciones, finalmente, sería darse un tiro en pie: se consumaría el «sorpasso» de Podemos (clavadita sería la jugada a la de Tsipras con el PASOK) y explotarían las plañideras del PP la evidencia de que sólo un apuntalamiento de su hoy exigua victoria propiciaría una cierta estabilidad.
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