Julián Cabrera
«Syrizilandia»
Viene destacando el líder de Podemos allá donde quieren oírle la idea de las innegables diferencias entre las realidades sociales de Grecia y España. La reflexión no es tan sorprendente por estratégica.
Iglesias, que se daba un baño de multitudes como gran estrella invitada en uno de los últimos mítines de Syriza, sabe que una cosa es predicar y otra dar ese prometido trigo que ahora debe gestionar su equivalente griego. Atenas no es la lejana Caracas y los tropiezos o aciertos del nuevo Ejecutivo de Tsipras van a medirse con el rabillo del ojo muy puesto en la emergente formación radical española.
Podemos y Syriza tienen en común el caladero de los no pocos desencantados y cabreados aunque en contextos muy distintos, como distinta es la esencia ideológica de origen. En los primeros es populismo con guiños bolivarianos y en el segundo es marxismo con trazas del eurocomunismo de los setenta actualizado.
Hasta hoy le ha resultado sencillo a Podemos venderse como reflejo del tsunami heleno de regeneración contestataria, un reflejo que a medio plazo puede ser menos sugerente si tras la victoria del domingo y metidos en harinas de gobierno, la Syriza de Tsipras no logra cerrar esa cuadratura imposible de menos austeridad y más gasto público en un país entubado desde la Unión Europea y con los bolsillos rotos.
Si la experiencia griega no acaba en «Syrizilandia», –entre otras cosas porque Europa no va a guardar en un cajón la bacaladera–. Antes de que cante el gallo Pablo Iglesias negará tres veces a Tsipras y nunca habrá estado en Atenas... ¿Qué ha sido de aquella izquierda española de la casta? Ésa en la que González aportaba la cara amable, Guerra el puño de hierro y para Anguita quedaba la coleta...
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