Pedro Narváez

Tengo dos preguntas para usted

Hacía tiempo que los partidos y los medios antaño llamados con orgullo constitucionalistas no volvían a coincidir sin que les pesara la presencia del otro como cuando un extraño carraspea en el ascensor. El congresito de Homs ha unido a derecha e izquierda frente a un circo nacionalista en el que el tigre acaba por atacar al domador que ya parece uno de esos personajes de Fellini que miran a la cámara y diríase que nos interroga ¿qué pregunta hago? ¿Cómo salgo de esta jaula de las locas? La doble pregunta pactada por Junqueras y Mas para que el primero le apoye los presupuestos tiene algo de tragedia calderonesca o hamletiana o ya pegados al suelo a las que hacen algunos pintores cuando hay reformas en casa. ¿Lo quiere todo liso o en gotelé? Al menos que Rubalcaba y Margallo coincidan en lo del congreso del odio es un milagro de Navidad que habría que achacar al Papa Francisco ahora que toda la progresía se arrodilla ante el altar de la revista «Time» como si la Iglesia acabara de nacer en un portal de internet. Con una salvedad, los socialistas no sólo han engordado a la fiera nacionalista sino que en ocasiones le han hecho la manicura en el spa de la equidistancia. El señor Mas, el atizador de ese odio, sobreactuaba ayer como los actores del cine mudo, sólo que en catalán. Como el falso intérprete de la lengua de signos del funeral de Mandela, podría aducir episodios de esquizofrenia para mantener el disparate de manipular la historia. Se han crecido y cuando se han visto altos la realidad les ha venido a cortar las piernas. El Estado al que escupen ya ha dado unos 20.000 millones para que Cataluña se salvara, como otras comunidades, de la bancarrota. Con parte de ese dinero se mantiene en pie la carpa del circo. ¿Por qué insisten en hacer daño a España, o sea a ellos mismos, en estos momentos de incipiente recuperación? Ésa es la pregunta.