Investigación científica
Teñidos
Tatuarse viene a ser disfrazar o decorar el cuerpo con una suerte de mensaje que se lanza al mundo. Muchos son los que usan su piel cual lienzo en el que «metamorfosearse» y darle prioridad a su personaje de supervivencia. La piel es una suerte de «estación emisora y receptora» de metamensajes. ¿Por qué disfrazarla, disimularla, invadirla o acallarla? No estar a gusto en la propia piel es sinónimo de disconformidad con el yo propio. ¿No les gusta su piel o su vida tal como es y por eso la tapan? Quizá lo del tatuarse tenga que ver con la individualidad y la necesidad de diferenciarse del resto, cuando paradójicamente al tatuarse se entra a formar parte de un clan. Más allá de las implicaciones psicológicas que pueda haber detrás de este «disfraz», ¿es o no bueno tatuarse? La piel es un órgano, ergo todo lo que le hacemos tiene repercusión. Sin embargo, no creo que tengamos conciencia de ello. Y, de tenerla, no evita ciertos comportamientos dañinos. Dudo que les quite el sueño a esos que van tatuados desde los pies hasta las cejas, el saber que la tinta puede dañar el sistema inmune de ese cuerpo sofocado debajo de tanto tatuaje. Al igual que, a juzgar por su conducta, a otros no les importa seguir fumando a pesar de tener los pulmones hechos un asco. Procedemos como si la realidad del cuerpo no fuese con nosotros. Y, cuando este se queja, nos lamentamos de nuestra mala suerte. Tanto el cuerpo como el «yo» que somos, son para toda la vida. Por consiguiente, en lugar de decorar la piel mejor aprender a aceptarnos y mejorarnos. Y si algo quiere uno tatuarse, que sea el alma con tinta de amor propio.
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