Ángela Vallvey

The End

Mi siguiente columna en este periódico es el próximo sábado 22 de diciembre. Justo un día después del 21, como es lógico. Precisamente un día después del previsto para el fin del mundo. ¡El día del sorteo de la lotería! Estoy bastante confundida y no sé cómo afrontar la semana que hoy comienza y cuyo final es incierto. Por una parte, si el 21 es el fin del mundo, al menos no tendremos que seguir pagando la hipoteca. Ni la prima de riesgo, que es lo mismo pero a lo bestia. Aunque, por otra..., nos vamos a quedar con los décimos de lotería en el bolsillo y dos palmos de narices (bajo tierra). Si llega el fin del mundo el 21, lo bueno será que asistiremos al espectáculo, que no va a ser moco de pavo (de pavo navideño, claro); y, encima, gratis total, lo que mola mazo hoy día, cuando ya no te dan gratis ni las buenas noches. De un lado, lo del Apocalipsis es más atractivo que Marina D'Or, ciudad de vacaciones y, aunque cueste creerlo, mucho más barato. Pero por otro, no acabo de tragarme que vayamos a tener una quiebra del mundo ordenada, como a mí me gustaría: si no hemos sabido hacerlo con los bancos, no veo por qué lo del Armagedón Final iba a ser distinto. Me espanta pensar que va a haber gente gritando por todas partes, como si no hubiese ya bastantes manifestaciones en mi barrio; y me temo que, con seguridad, esa noche no recogerán la basura. Precisamente cuando se van a acumular toneladas de guarrería.

Y lo que es peor: si de verdad el fin del mundo es el 21, me pregunto cómo me las voy a arreglar durante el día para entregar mi columna del 22 a tiempo.