Pedro Narváez
Tic tac
El tic tac de Pablo Iglesias, tal y cómo lo expresa, con esa rabia en los dientes, parece la cuenta atrás de un explosivo, provoca el escalofrío de que el drama pone fecha de caducidad a la libertad como la entendemos algunos, y no él, que la defiende para que salten por los aires los cimientos de un sistema que me permite escribir en su contra. El cielo no se toma por consenso, sino por asalto, dijo. Está todo dicho. Tic tac, el diálogo se acaba. Tic tac. El reloj de Grecia nos da la hora en que nuestro Dorian Gray debe mirarse al espejo. Los ciudadanos, llevándose su dinero a casa. El miedo, el peor enemigo de los hombres por mucha valentía que les riegue las venas, ha llegado cuando Syriza puso el contador a cero para inmolarse. Tic tac. En el segundero de Podemos ha llegado la hora para los politicos, pero no para ellos. Tic tac. Todavía estamos esperando que Monedero enseñe unas facturas. Tic tac. Aguardo el momento en que demuestre que su curriculum es auténtico, más allá de unas fotos en Tuíter en las que su número tres aparece como el «pequeño Nicolás», colándose en las fotos de profesores célebres. Tic tac. Si Monedero tuviese otro apellido habría padecido el escrache que aguantaron otros por el solo hecho de ser politicos elegidos por los ciudadanos, que es hacer la revolución contra el pueblo, lo que siempre pasa cuando los advenedizos de Robespierre afilan la guillotina. Tic tac. ¿Significa que los compañeros bolivarianos permiten que se mienta si sólo es un poco? ¿En la ética Podemos unos cientos de miles es comparable a los millones de Bárcenas o de los Pujol?¿En la asignatura de la corrupción cuenta el montante o la intención? Tic tac. Ha llegado el momento de sincronizarnos para defender las instituciones que funcionan e impedir que un supuesto Moisés nos lleve a la tierra prometida para hacernos cautivos de su mal.
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