Ely del Valle
Tiempo de cambios
Hay malestar en el Partido Popular y no solamente el que se ve a simple vista, el de los votantes cada vez menos ilusionados con un Gobierno que fríe a impuestos a la clase media, penaliza a los suyos y se mueve en un mezzo tempo que no termina de convencer a los propios ni de contentar a los ajenos. El malestar, como es lógico, también empieza a ser un runrún entre los propios barones y dirigentes que son quienes primero se la van a jugar en las elecciones autonómicas y que ven los resultados en Cataluña como el preámbulo de lo que puede suceder en el resto del territorio si no hay un cambio importante en la estrategia del partido y en las propias caras de un Ejecutivo que está pidiendo a gritos una renovación urgente.
Los tiempos políticos, al igual que ocurre con los que tienen que ver con la tecnología o la comunicación, no son los mismos de antes. El votante ya no se conforma sólo con gestores eficaces, también necesita dirigentes carismáticos e imaginativos que no se limiten a cuadrar las cuentas, que busquen medidas que se perciban a pie de calle y que sean capaces de transmitirlas. Sin duda en el Partido Popular, como en el resto de los partidos políticos, hay personas que poseen estas cualidades. El problema está en ese empeño de Mariano Rajoy de rodearse siempre de ese pequeño grupúsculo al que considera que le debe el favor de mantenerlo en determinados cargos en un ejercicio de fidelidad muy comprensible desde el punto personal, pero absolutamente contraproducente desde el del ciudadano que es, al fin y al cabo, el único en el que se debe pensar en términos de lealtad.
O el presidente del Gobierno empieza a pensar en una renovación profunda del Ejecutivo y seguramente también del partido, o va a correr el riesgo cada vez más evidente de que el que termine siendo cambiado por los votantes sea todo el Partido Popular.
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