Cristina López Schlichting
Títeres
¿De qué sirve una concejala de cultura si no supervisa su propio programa cultural? Hasta el título del guiñol representado el viernes en los carnavales de Madrid era elocuente: «La Bruja y Don Cristóbal. A cada cerdo le llega su San Martín». Nadie en su sano juicio nombra así una representación para niños pequeños, de hasta seis años. Celia Mayer tal vez desconocía que los actores tenían antecedentes penales o que en la obra habría asesinatos, violaciones, apología del terrorismo, pero el título ya hubiese exigido un repaso del guión. No hay por donde coger los hechos. Los padres, que denunciaron directamente a la Policía lo que estaba pasando, no daban crédito a lo que veían. Una bruja es violada. Asesina a su agresor y le roba. Luego intenta abortar lanzándose sobre un pincho. Un juez es ahorcado y una monja asesinada. Finalmente se exhibe una pancarta que reza: «Gora Aka Eta», un chusco remedo de Al Qaeda. Los titiriteros fueron detenidos por los agentes y llevados ante el juez. Y el quórum político es absoluto: Mayer tiene que dimitir. Lo han reclamado el PSOE, Ciudadanos y el PP. José Manuel Villegas, portavoz adjunto de Rivera, pidió incluso, ayer en Findesemana, que el Partido Socialista rompa su acuerdo en Madrid con Podemos. La concejala de cultura de Carmona destituyó al responsable de programación artística, pero no son los técnicos los que asumen responsabilidades políticas. El Ayuntamiento ha metido la pata y suya es la culpa de que un grupo de niños presenciasen barbaridades y fuesen objeto de adoctrinamiento ideológico, pagado con el dinero de todos. Le recuerdo a Manuela Carmena el tuit de Juan Carlos Monedero: «En política, el perdón sólo se conjuga dimitiendo. Lo contrario es confundir el Estado con el salón de tu casa, el país con tu cortijo». No puedo estar más de acuerdo. Que nadie se llame a engaño, la obra del grupo «Títeres desde Abajo» no es sólo un desafuero estético o un ejemplo de violencia gratuita. Como dice la página web de la compañía, que Mayer ni miró: «Polichinela llegará a Tetuán para imponer su voluntad a base de cachiporra. Sin embargo, también habitará en estas tierras una bruja que tiene la firme decisión de amar su libertad por encima de todo y no dejarse pisotear por ningún Don Cristóbal, por mucho poder que éste se arrogue». En román paladino: la bruja es un ejemplo de moralidad podemita, porque asesina a su violador y aborta. La obrita pretende formar a los niños contra el poder injusto y los advierte del conspiracionismo de los «poderes». Así lo explicaba ayer Rubén Sánchez, saliendo en defensa de los actores: «En el guiñol, el Gora Eta es un cartel que coloca un policía a un personaje, para acusarlo. Eso mismo que hace la caverna con @AhoraMadrid». Se trata, pues, de una incitación a la violencia y a tomarse la Justicia por la propia mano. Los de Podemos lo llaman educación política.
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