César Vidal

¿Todavía me echáis de menos?

Estos días, ha comenzado a popularizarse en Estados Unidos un póster más que significativo. Utilizando los colores de la campaña electoral de Obama –esos que también usó Tomás «Fostiatus» del PSOE madrileño–, un Bill Clinton dibujado y sonriente pregunta: «¿Todavía me echáis de menos?». Bajo la imagen del risueño presidente, figura un lema más que significativo: «Great Economy. No Wars» (Gran economía. Sin guerras). Más allá de la retórica propia de la propaganda, el cartel reproduce una más que añorada realidad. Clinton ejerció dos mandatos presidenciales que, becarias felatrices aparte, se caracterizaron por aplicar unos principios liberales que relanzaron la economía de manera espectacular, creando empleo masivamente y por apartarse de cualquier posibilidad de gastar el dinero público en acciones militares. Es cierto que se vio obligado a intervenir en la antigua Yugoslavia porque la Unión Europea demostró una vez más su incapacidad para solucionar cualquier desafío internacional y también lo es que no logró, desde luego, la paz en Oriente Medio, que sólo será alcanzada cuando llegue el mesías prometido. Sin embargo, en términos generales, ejerció sus funciones de manera más satisfactoria que los Bush e incluso que Reagan. En no escasa medida, la victoria de Obama fue fruto del deseo de volver a los buenos tiempos de Bill Clinton. Obama iba a sacar a la nación de las costosísimas guerras en que estaba inmersa – el déficit presupuestario corresponde casi al dólar a los gastos de Irak y Afganistán – y a relanzar una economía deprimida en la era Bush. La salida, no del todo airosa, de los conflictos bélicos comenzó a dejar sentir su impacto a finales del primer mandato de Obama. Estados Unidos salía de la crisis aunque más lenta y más débilmente que en otras épocas. De ahí que la perspectiva de una nueva intervención resulte tan intragable para el presidente. Es cierto que habló de líneas rojas, pero ¿esa declaración merece que se vuelva al gasto militar desaforado y a un nuevo frenazo de la economía? Cuesta mucho creerlo tras los precedentes iraquí y afgano. El lanzar la decisión sobre el Congreso constituye una jugada de primer orden porque los representantes del pueblo saben que la mayoría de los ciudadanos no siente el menor deseo por ver ahogada la recuperación ni por enviar a «nuestros chicos» a un lugar casi tan perdido como Kabul. A decir verdad, la inmensa mayoría echa de menos la presidencia de Clinton, aquella en que la economía iba bien y no había guerras.