Julián Redondo

Torrija prematura

Declaran amor eterno los jugadores del Madrid a Carlo Ancelotti y a continuación le ponen la zancadilla con un partido infame, cansino y sin alma. A un mes de Semana Santa resultaba prematuro el anuncio de la torrija, tan evidente que sonroja. O quizá recurrieron a la calculadora porque el Athletic terminaría por acusar el desgaste de la semifinal copera. Resistió y venció. Ofreció más arrestos y más energía, lo que demuestra que el líder, por ahora, además de un problema de fútbol –inexistente– y de credibilidad, acusa otro muy grave, el de la precaria condición física. El disparo al palo de Bale desde los medios resume el paso madridista por Bilbao. En San Mamés tiró a la basura el partido y no hay que descartar que su errático caminar por este 2015 le conduzca directamente al desastre liguero, aunque el Rayo le eche una improbable mano en el Camp Nou. El poderoso equipo de las 22 victorias consecutivas, que después de hollar la cima del Mundialito se relajó en aquel amistoso contra el Milan del 30 de diciembre en Dubái, bajó los brazos con el Año Nuevo y aún no los ha subido. Despistados e indolentes, los jugadores del Madrid necesitan un estímulo que sólo su entrenador puede proporcionarles. Urge la reacción como prueba de vida de un equipo que compite con el semblante de un muerto. Se ha caído en 2015 y como Carletto no encuentra el remedio para levantarlo, demasiados dedos le señalan, excepto los de sus jugadores, que o le defienden fatal, de pena, penita, pena, o se pasaron de la raya al declararle especie protegida.