Alfonso Ussía
Tragedia que anda
Está en una zamba o una milonga de Atahualpa Yupanqui, Horacio Guaraní, Cafrune o Larralde. «El hombre es una tragedia que anda». Depende del hombre y de su capacidad para moverse. Pero en algunos ejemplares humanos la tragedia y el movimiento pasean de la mano. Considero exageradas las diatribas que han caído sobre los frágiles hombros de Baltasar Garzón por ofrecerse al PSOE con el objetivo de «derrotar a la Derecha». Con Garzón hay que tener una brisa de misericordia, porque es el personaje de la zamba o la milonguita salteña. Una tragedia que anda. Anduvo en las cimas y hoy lo hace en las simas, en la soterra, en los ámbitos oscuros y tenebrosos. Es una tragedia que anda con pasos melancólicos y severos. Desde que fue condenado por prevaricación y apartado del ejercicio judicial, Garzón se ha movido mucho. El exceso no siempre es positivo. Se ha movido mucho, y bastante mal, a mi modesto entender. Garzón no es socialista, y menos aún, querido en el PSOE. José Bono, ese personaje tan atractivo y raro, lo convenció para figurar en el segundo lugar por Madrid, después de Felipe González, en unas elecciones generales. Garzón se movía más por la senda política que por la judicial, y su ambición carecía de límites. Creyó que González iba a nombrarlo ministro de Justicia o de Interior, pero no lo hizo. Actuó como Franco cuando en una crisis de Gobierno un alto mandatario del Régimen le soltó de sopetón el siguiente rumor: «Excelencia, me han dicho que mi nombre suena para Agricultura». Pero Franco lo tranquilizó: «Pues la verdad es que yo no lo he oído». Y se quedó sin Agricultura.
Garzón se sintió vejado y engañado, y recuperó su Juzgado en la Audiencia Nacional. Se vengó de Felipe González, persiguiendo con saña lo que hasta pocas semanas antes no le pareció tan grave. Baltasar Garzón está mucho más cerca de Izquierda Unida y el PCE que del PSOE. Prueba de ello es que meses atrás se ofreció como el salvador de Izquierda Unida y Cayo Lara lo mandó a paseo. Se integró en el quesito en porciones de Llamazares, al que ahora ha traicionado. Todo por mover su tragedia con tanta precipitación y frenesí. Y aprovechando que Rubalcaba está más despistado que nunca y con menos futuro político que mi amiga Gunilla Von Bismark, se ha propuesto, desde el liderazgo de un grupo siniestro, acudir en socorro del naufragado, probablemente para lanzarle al naufragado en el momento oportuno un salvavidas, pero a la cabeza. Su acompañante principal en la gesta no es otro que el Rector franquista de la Universidad de Granada Federico Mayor Zaragoza, otro que se mueve más que el culo de una gitanilla de las Cuevas de Sacromonte, aunque sin gracia.
El sector felipista del PSOE es todavía fuerte y poderoso, y en la historia del socialismo español, Felipe González es mucho más que un ex Presidente del Gobierno. Si el PSOE, para «derrotar a la Derecha», acepta al equipo de baloncesto de Garzón –son cinco–, la brecha que se va a abrir en el seno del partido puede ser de órdago y posterior derrumbamiento del edificio.
A Garzón se le ha acabado el chollo del victimismo, el prestigio sudamericano, el apoyo de la Fernández y el clamor de la cejería. Se ha ofrecido a Gibraltar para representar al Gobierno de la Colonia en sus litigios con España, y no tardará en ponerse a disposición de Oriol Junqueras para llevar adelante el proyecto de la escisión de Cataluña del resto de nuestro mapa. Es del «Barça», y ello le acredita para ponerse a ello.
Garzón es una tragedia que anda para sobrevivir y recuperar el nivel de vida de sus tiempos de gloria. Más que una tragedia que anda, es un despropósito en continuo desplazamiento.
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