Alfonso Ussía
Tramontana
El gran abogado, empresario y notable escritor Antonio Garrigues Walker ha manifestado en diferentes ocasiones que un Gobierno de «Podemos» no conllevaría riesgo alguno para España. Para mí, que le ha dado un aire. Más que un aire, un levante sureño o una tramontana insular. Conozco y quiero a los Garrigues desde los tiempos de Manolita Chen. Forman una familia intelectualmente privilegiada. De la generación de oro, la plenamente desaparecida, traté con don Joaquín, don Emilio y sobre todo con don Antonio, un personaje grandioso. Con don Joaquín y su Código Mercantil aprendió a escribir Miguel Delibes. Don Emilio era diplomático pero carecía de superficialidad, y don Antonio fue incomensurable. Me atrevo a escribir que a don Antonio le hubiera gustado ser el Papa, pero cuando se apercibió de ello tenía muy crecidos y mejor formados a ocho hijos. Su mujer, Anne Walker, se marchó muy joven a las nubes y dejó a don Antonio el difícil legado de la educación de su familia numerosa. Antonio, Isabel, Ana, Joaquín, Juan, Elena, José Miguel y Mauri. Tres de las hijas, monjas irlandesas, aunque las pequeñas colgaron los hábitos. Joaquín Garrigues Walker, también abogado y empresario, fue ministro con la UCD, como su padre con el primer Gobierno de la Corona. Joaquín era irónico, tranquilo, sabio y con un gran sentido del humor. Antonio sustituyó a su padre en el despacho de abogados «J&A Garrigues», despacho que se ha convertido al cabo de los años en una multinacional jurídica. José Miguel también desapareció en su plenitud, y Juan fue uno de mis amigos del alma, probablemente la primera persona que confió en mis posibilidades. Juan fue un hombre de otro mundo, inteligente, romántico, cáustico, generoso como pocos y acentuadamente «bogartiano». De no haber sido por la imposibilidad cronológica sería muy defendible la teoría de que Humphrey Bogart se inspiró en Juan Garrigues para quedar tan bien en «Casablanca».
Antonio Garrigues Walker es hombre de vientos enfrentados. Desigual en el trato, pero de asombrosa inteligencia y sensibilidad. Cuando dijo lo de «Podemos» por primera vez, interpretamos su opinión como una «boutade» dedicada a la galería, una aurora boreal, una provocación original. Pero ha insistido, y esa insistencia me preocupa. Coincide totalmente con Carmen Lomana. De «Podemos» sabemos poco, pero lo poco que ha llegado a nuestro alcance comprensivo, es que han trincado dinero de Venezuela y de Irán, que no son regímenes recomendables ni comparables con un Estado de Derecho por cuya implantación, durante y después del franquismo, tanto trabajaron su padre y su propia generación. «Podemos» camufla un comunismo extremo, una inmensa cárcel velada por la frivolidad y el resentimiento de muchos, una ruina absoluta y un permanente contrasentido. «Podemos» ha justificado la existencia de la ETA, y ha pedido la liberación de Otegui y la puesta en libertad de los terroristas que cumplen condena, no por sus ideales independentistas, sino por asesinar a casi mil inocentes y financiarse durante decenios mediante el chantaje y la amenaza. «Podemos», según Pablo Iglesias, odia la Bandera de España y su himno, al que califica de «pachanga fascista». «Podemos» no es un partido revolucionario, ni nuevo, ni prometedor. Es, sencillamente, una vuelta desbocada y galopante hacia los primeros pasos del pasado siglo. «Podemos», y Pablo Iglesias así lo ha confirmado, reivindica la figura de Stalin como ejemplo a seguir. «Podemos» desea triturar la Constitución que nos dimos los españoles en 1978, echar al Rey e imponer a su manera dictatorial una nueva Constitución popular –hay que «empodernar» al pueblo– instalada en un comunismo feroz que es la síntesis del dolor, la falta de libertad, el fracaso económico y la ruina de la ciudadanía. «Podemos» no es partido, sino un cabreo oportunista. «Podemos» –demostrado ha quedado–, es un grupo aparentemente limpio e inocente cuyos principales dirigentes ya han caído en los desmanes de la corrupción. «Podemos» tiene programada la destrucción de nuestras Fuerzas Armadas, sometiendo a sus componentes a mandos venezolanos y cubanos. «Podemos» se ha propuesto, en caso de gobernar, dificultar la libertad de la Iglesia y su culto católico en España, pero admite y entiende –Irán paga–, el auge del yihadismo. Si Antonio Garrigues Walker no considera arriesgado para España un triunfo de «Podemos», conociendo su inteligencia y su capacidad intelectual, habrá que achacárselo a un mal viento, a un aire esquinado, a un levante del sur o una tramontana insular.
Un Garrigues diciendo tonterías no encaja.
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