Teatro Español
Trasparencia, cuando conviene
La destitución de Juan Carlos Pérez de la Fuente como director del Teatro Español constituye una de esas injerencias en el mundo de la cultura que, si viniendo de cualquier otro lado, habría provocado un auténtico cataclismo social y mediático, pero que, en esta ocasión, ha tenido como respuesta el silencio de los defensores y garantes de la cultura. Llama la atención el hecho de que quienes más se han empeñado en despolitizar la cultura y de promover cuantos libros de buenas prácticas fueran necesarios callen ahora ante la destitución de una persona que ha accedido a su cargo mediante la fórmula más límpida que conoce la democracia: el concurso público.
En última instancia, uno llega a pensar que el necesario y elogiable empeño de imponer el concurso público como cortafuegos frente a los nombramientos a dedo solo era una forma de compensar una falta de poder. Porque, en cuanto los que promulgaban la transparencia y la «blancura» de los libros han accedido a cargos públicos, la libre concurrencia se la han pasado por donde la espalda pierde su casto nombre para anteponer la fuerza del dedo índice y el isomorfismo ideológico. A estas alturas, sólo puedo ser escéptico hacia cualquier movimiento social o político que predique la igualdad de oportunidades como sistema normalizado de comportamiento. La justicia importa mientras no tienes el poder; cuando éste está en tus manos los procedimientos que dan posibilidades a los que no piensan como tú importan un bledo, en la medida en que rebajan la efectividad de una gestión absolutista y endogámica. Y, claro está, ante uno de los casos más flagrantes de politización de la cultura como ha sido el cese de Pérez de la Fuente, ¿dónde se encuentran los «profesionales de la libertad» –citando a Aute– que diariamente multiplican sus apariciones en las redes sociales para denunciar el fascismo y las heridas infligidas a la libertad?
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