Comunidades Autónomas
Tres trampas del déficit
Las autonomías cumplirán en 2016 con su objetivo de déficit del 0,7% del PIB. Al menos, eso es lo que pronostica la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), la cual estima que el desajuste presupuestario será una décima inferior, del 0,6%. El cumplimiento tiene, sin embargo, tres trucos que no deberíamos soslayar. Primero, Bruselas nos autorizó a ser más laxos en 2016: originalmente, las administraciones autonómicas se habían comprometido a cerrar el año en el 0,3%, la mitad de lo que pronostica Fedea. Es decir, sin relajación de la senda de ajuste no habríamos cumplido: es como celebrar que hemos aprobado un examen por haber rebajado la nota de corte del 5 al 3.
Segundo, no todas las autonomías cumplen: nueve de ellas se saltan la disciplina presupuestaria (y no por poco: Navarra, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Aragón, Cantabria, Extremadura y Murcia exhibirán un déficit superior al 1% del PIB), de modo que globalmente nos ajustamos al objetivo porque las otras nueve exhiben un déficit inferior al comprometido y compensan la negligencia de las anteriores. Tercero, aquellas autonomías que cumplen lo hacen porque el Gobierno les efectuó una transferencia extraordinaria de 7.600 millones por la liquidación de 2014: sin tal auxilio, el déficit autonómico estaría alrededor de 5.000 millones por encima del comprometido. O dicho de otro modo, buena parte del ajuste vivido con respecto a 2015 no es real, sino manipulado por ingresos inflados de carácter no recurrente. Hay que alegrarse de que los gobiernos autonómicos sólo gasten unos 6.500 millones más de lo que ingresan (y de que «sólo» endeuden adicionalmente a sus ciudadanos por ese importe). Pero el déficit estructural sigue ahí sin que ningún político tenga valor para atajarlo por la vía de recortar el gasto: todos piensan en nuevas formas de subirnos los impuestos.
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