María José Navarro
Tú, Leonor
Lo bueno de tener ocho años es que aún no te enteras de nada. Aún no sabes muy bien cuánto falta realmente para el verano, por qué ya no vas al barco del abuelo, por qué cada vez pasa más tiempo hasta que puedes ver a los primos esos que viven en Suiza. No sabes que eres Alteza Real y te importa un pimiento serlo.
Aún no sabes dónde está Botswana, te parece feo ir pegando tiros a los animales, no tienes ni idea de lo que es un desahucio ni quién es el de la coleta. No conoces el alcance que pueden llegar a tener las cosas que pasan y tampoco sabes que hay gente manifestándose para que tu padre, ese hombre que te parece que es el único que hay sobre la tierra, no llegue donde se supone que ahora le toca.
Tienes ocho años, caramba, y lo que menos imaginas es que cada vez estás más cerca del marrón, y que en cuanto te despistes tendrás entorno. Que no te preocupa ser pronto y oficialmente Princesa porque en las pelis siempre llevan purpurina y brillos y tú estás en esa edad en la que todo es rosa y violeta y azul clarito.
Lo bueno de tener ocho años es que todavía te dejan fantasear con lo que quieres ser de mayor, equivocarte, llorar en público, decir que tienes fiebre para no ir a cole y hacer preguntas indiscretas. Es que aún no te enteras de nada. Qué suerte tienes aún.
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