Alfonso Ussía

Umaer

Millones de españoles se han enterado de la existencia de la Unidad Médica del Ejército del Aire, la Umaer, gracias a la perfecta repatriación de los dos misioneros incomunicados en Liberia. El padre Pajares, gravemente enfermo de ébola, y Sor Juliana, que ha sido resistente al virus maldito en contra de lo previsto. La Umaer, como todas las unidades de las Fuerzas Armadas españolas, ha crecido y destacado brillantemente a pesar de las constantes reducciones presupuestarias que padecen los militares en España. La honestidad, la seguridad del cumplimiento del servicio y la decencia, en España recibe como premio la rebaja en los presupuestos. Aun así, su capacidad de acción inmediata y su eficacia han quedado totalmente demostradas en un operativo que ha causado admiración en todo el mundo.

Cinco naciones han pedido asesoramiento al Ejército del Aire después de la repatriación de los religiosos españoles. No se trata de San Marino, Mónaco, Liechtenstein, Andorra y las islas Cocos, que gozan de un sistema autonómico aunque pertenezcan a Australia. Las naciones y las Fuerzas Aéreas que han solicitado información a nuestra Aviación militar son los Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia y el Reino Unido. La rapidez, reacción inmediata y brillantez en la culminación de la misión han dejado boquiabiertos a nuestros más poderosos aliados. Ellos, los hombres y mujeres de la Umaer, se han limitado a cumplir con su deber, sencillamente. Sin dejar olvidado al humor. Cuando al teniente coronel Zacarías-Galo Sánchez –estupendo trabajo para LA RAZÓN de José J. Morales– le preguntaron el secreto de la operación que aventajó en tres días a la unidad similar de los Estados Unidos de América, las Fuerzas Armadadas más poderosas del mundo, el militar español se quitó importancia con una broma: «Esto estaba "chupao", hombre. Somos españoles y mejores que nadie».

Aunque de la broma pasó posteriormente a la seriedad. «Pasamos miedo. En estas operaciones eres consciente de que te estás jugando la vida, pero tienes que cumplir con el deber, aguantarte y seguir adelante. Además, éramos conscientes de que toda España estaba mirándonos». Y así es. No toda, pero mucha España les estaba mirando, y de esa mucha España, un sector de la peor España se manifestaba en desacuerdo con la operación, porque les parecía mal tanto riesgo y gasto para salvar a dos españoles ejemplares que presumían moribundos. Y de ese sector inhumano, los dirigentes de dos partidos políticos, Izquierda Unida y la siempre sorprendente UPyD de Rosa Díez, que con la incorporación de «Ciudadanos» a todo el territorio nacional se puede –y se debe– llevar un merecido batacazo.

La operación habría sido más rápida aún si la señora presidenta de la república de Liberia hubiera permitido el acceso de los enfermos, ya aislados y medicados, al aeropuerto antes de las doce de la noche. Ocho horas de gestiones, atención y espera. Entre el teniente coronel Galo Sánchez, el comandante Cantalejo, la capitán Cristina, los técinos médicos y las enfermeras atendieron a los enfermos hasta que pasada la una de la mañana el avión de la Umaer fue autorizado a despegar con rumbo a Madrid. Nadie los recibió como héroes, y ellos lo hubieran rechazado. «Estaba "chupao". Los españoles somos los mejores».

¡Cuantas boquitas malintencionadas se han cerrado en los últimos días! ¡Cuanta cobardía egoísta ha sido derrotada! Qué distancia, casi insalvable, entre la abnegación callada, la humanidad y el cumplimiento del deber de nuestros militares, y los cacareos, denuestos, insultos y críticas adversas provenientes del perroflautismo profesional. Ahora, con el éxito consumado, dispararán sus proyectiles infectados hacia otro lugar. La cosa es protestar. Pero cuando la protesta se reúne contra la salvación heroica de dos españoles gravemente enfermos, la protesta se convierte en podedumbre, putrefacción y asco.

La Umaer, y con ella el Ejército del Aire y las Fuerzas Armadas en su totalidad, pueden sentirse orgullosas. Les rebajan los presupuestos cada año y cada año son más leales y eficaces. Como español, me siento orgullosísimo de ellos. Los admiro y no quiero que quede en el olvido mi felicitación, y más aún, mi profundo agradecimiento.

Con militares así, está «chupao» confiar –a pesar de todo–, en el futuro de España.