César Lumbreras

Un español para Bruselas

La actual Comisión Europea proporcionó ayer otro varapalo, y ya van tres, a España, porque acumula una serie de desequilibrios económicos, a pesar de que ha puesto en marcha unas cuantas reformas y recortes. De momento no habrá sanciones y se reconocen los esfuerzos realizados, especialmente desde que el PP llegó al poder. Sin embargo, no es a este asunto al que quiero referirme hoy, sino a la propia Comisión Europea, ya que la actual ha entrado en su recta final. En la mayor parte de los estados miembros andan pensando en quién será su candidato a comisario. En España este debate público se ve eclipsado, de momento, por otro: saber quién va a ser el cabeza de lista del PP en las próximas elecciones al Parlamento Europeo, que tendrán lugar el último domingo del próximo mes de mayo. Para los políticos que aspiran a ser eurodiputados eso es muy importante, pero mucho me temo que para el conjunto de los ciudadanos lo es mucho más saber quién se sentará en el nuevo Colegio de Comisarios. Aunque, en teoría, todos los comisarios son independientes y no representan ni defienden a su país de procedencia, luego la realidad es muy diferente, y son éstos los que se tienen que batir el cobre cuando hay un asunto que afecta a los intereses de sus compatriotas. Mientras tanto, y en paralelo, los gobiernos de los estados miembros tienen que negociar y consensuar el nombre del nuevo presidente de la Comisión, un puesto importante. Desconozco si el Ejecutivo de Rajoy se habrá planteado la posibilidad de situar, por primera vez, a un español en este puesto. Pero, por intentarlo, no debería quedar. Sería muy difícil que lo hiciese peor que Durao Barroso.