Martín Prieto

Un gobierno de salvación nacional conduce a la Italia de Beppo Grillo

Un redactor de discursos para Barack Obama, hoy lógicamente pasado a la publicidad, acuñó la brillante frase que dio al presidente su primera elección: «Yes, we can» Ése: «Sí, se puede» ha llegado a la Europa en crisis y se ha instalado como consigna en algunas de las múltiples protestas sociales españolas. Es una peligrosa idea abstracta porque no siempre el voluntarismo coincide con el momento oportuno y la historia de la Humanidad es una sucesión de ucronías de lo que pudo ser y resultó imposible. Incluso hay una línea editorial muy consumida de esos libros de leer y tirar sobre qué hubiera ocurrido si la Armada Invencible desembarcara en Inglaterra o si Alemania hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial. Salvo en el Aleph borgiano, el punto en que se reúnen todos los puntos, las decisiones han de acompasarse a las circunstancias porque no hay otra verdad que la realidad y el presidente Mariano Rajoy tiene el margen de maniobra que le permite el mayor estado de crisis desde nuestra Guerra Civil. También a Franklin D. Rooselvet le acusaron de pasividad y medidas paliativas ante la Gran Depresión que se inició en 1929 y EE UU solo se recuperó tras la Segunda Guerra Mundial, a finales de los años cuarenta del siglo pasado. No es una mera tesis conspirativa la de que el gran líder demócrata conocía el ataque a Pearl Harbor y dejó hacer, dejó pasar, en el convencimiento de que solo una contienda mundial extraería al país de su postración. No le vamos a declarar la guerra a Francia y/o Portugal que bastante tienen con lo suyo pero la crisis tiene sus plazos y ya se sabe que ésta, como sus antecesoras, durará al menos diez años se hagan las cosas como se hagan y gobierne Madina o Cayo Lara, que Dios nos proteja.

Los Gobiernos de salvación nacional, de concentración, de coalición, conducen a la Italia de Beppo Grillo. Entre nosotros los Pactos de la Moncloa ejercen en los más viejos un efecto hipnótico que los recordamos. Pero lo que entonces grapaba las alianzas era la urgencia de consolidar una democracia incipiente. Hoy no es el caso y un Gobierno con mayoría absoluta y a media legislatura no debe cesar en sus responsabilidades co-gobernando con una oposición que, además, está desfondada en propuestas populistas. Concordar siempre es buena medicina pero este PSOE no está en condiciones de meterse en el quirófano por el temor a verse desbordado por Izquierda Unida y la galaxia callejera de la indignación. Una mayoría democrática absoluta ha elegido al Partido Popular para que gobierne en solitario y está haciendo lo que puede sin tumbar la nación en un rescate europeo que sería un yogurt griego. Sigue vigente el dicho rural: no se debe cambiar de caballo a mitad de río porque no es cierto el « Yes, we can».