Hollywood
Un gran músico
Hay un disco grabado por la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, dirigida por Alfonso Santisteban, que resulta sorprendente cuando se escucha por vez primera. Al principio, crees que estás oyendo una sinfonía desconocida de Mozart, hasta que, poco a poco, adviertes los temas de las principales canciones de The Beatles. Fue la sintonía institucional, durante mucho tiempo, de Televisa, en México, y una lección magistral de orquestación. Porque Santisteban orquestaba muy bien. Y componía con detalles de inspiración sorprendentes.
Nos conocimos en el Hotel La Barranca, al pie del Guadarrama, donde yo estaba terminando el libreto de una comedia musical que me había encomendado Eloy Arenas, y dijo que la música debía de componerla el mejor: Santisteban. El compositor llegó muy de mañana, hablamos, comimos, seguimos hablando... y se hizo de noche. Antes de marcharse, dijo Santisteban: «No hemos hablado una palabra de la obra». Y era verdad. Habíamos hablado de Mozart, de Proust, de Schönberg, de Jardiel, de Quevedo, de Verdi y de Wagner, pero ni una palabra del motivo de la reunión. Y es que fue un flechazo. Un flechazo de coincidencias que culminó cuando nos enteramos de que habíamos nacido el mismo día del año.
Alfonso era admirable en su eficacia, en su capacidad de adaptación, en su maleabilidad para bajar los tonos a un actor que no cantaba, en su facilidad para componer y en la proyección de confianza que proyectaba sobre una orquesta, ya fuera la de Radio Televisión Española o la Master Orchesta Camerata de Hollywood. Un año, dirigía la orquesta del Festival de Benidorm. Aprovechamos uno de los largos descansos para tomar una copa y charlar. El festival se emitía para TVE y, de repente –el tiempo no perdona–, contemplamos atónitos que la orquesta del festival comenzaba a tocar... ¡sola! Antes de irse hacia el escenario, dijo Alfonso: «¡Es horrible! Acabamos de demostrar que los directores de orquesta sobramos». Su sentido del humor era de tanta calidad como su ingenio musical. Sentía devoción por la bossa nova y por el jazz, devoción que también comparte su hermano, el también compositor Manuel Santisteban. Y, cuando los intereses comerciales se aquietaban, creaba piezas dignas de recordarse, como las que acompañaron a las Sonatas de Valle Inclán o a «La Barraca». Compuso la banda sonora de casi un centenar de películas y algún crítico apuntó, con razón, que si en lugar de acompañar a mediocres películas españolas hubieran sido la base musical de buenas películas italianas, habría alcanzado la proyección internacional de un Morricone o de un Nino Rota.
A últimos de junio, el día en que habría alcanzado los 70 años, se va a casar su hija Alejandra. Ella y sus hermanas, Silvia y Laura, van a asistir huérfanas a la ceremonia. Huérfanas, sí, pero hijas de un gran músico, cuyo talento estoy seguro de que sonará como un postrero regalo de boda, como un recuerdo con vocación de perdurar, en un día que va a ser agridulce para todos.
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