Pilar Ferrer

Un puro latrocinio

Más allá de la vertiente jurídica, manejada sin temblarle el pulso por la jueza Mercedes Alaya, mientras se descubren cada vez más chanchullos del conseguidor Juan Lanzas, y bajo fianzas de campeonato para los imputados, el escándalo de los ERE encierra un trasfondo político de enorme calado. Andalucía, el gran cortijo socialista, fue siempre una comunidad subsidiada, pero esta última trama alcanza ya niveles de un lodazal imparable. Y no es de recibo que los máximos jefes de estos estafadores sigan mirando para otro lado. Como dice el refrán, no por ignorarla la herida desaparece.

El cerco se estrecha con ahínco sobre las cabezas de José Antonio Griñán y Gaspar Zarrías. De todos es sabido el gran poder de ambos en la junta de Andalucia, bajo el mandato de Manuel Chaves. El primero, un eterno segundón, manejaba los hilos de la conseje-ría de Trabajo, donde ese tal Francisco Javier Guerrero, hacía de las suyas desde su dirección general. ¿No se enteraba de nada el señor Griñán? El ahora presidente andaluz, gracias a su escabroso pacto con IU, rechaza toda imputación, pero no resulta creíble. En cuanto a Zarrías, autentico hombre fuerte en el Gobierno y en el partido, nadie movía una coma sin su permiso. Hasta el punto de que muchos dirigentes del PSOE le apodaban «el ministro».

La fortuna acumulada por Lanzas, en esa casa dónde había dinero «para asar una vaca», en palabras de su señora madre, parecen un sainete de España negra. Poseedor de fincas aquí y allá, Alaya le implica en los ERE de un entramado empresarial de cantidades gigantescas. La responsabilidad penal está siendo aplicada por una magistrada de mirada fría y figura hierática. Pero otras son también necesarias. El «eres» tú, pero yo no, es inadmisible. En un puro latrocinio judicial, sindical y político.