Alfonso Ussía
Un sueño
Se manifiestan los estudiantes. El dirigente de la protesta masiva se entrega a la Policía del Estado y es encarcelado. Se suman a la protesta centenares de miles de venezolanos. Allí, donde tanta importancia se concede a la belleza, muere tiroteada por la Policía o los paramilitares a sueldo del Gobierno una «miss», una mujer que sólo pedía libertad y decencia política. Es trasladada en una motocicleta al hospital, pero el francotirador era un experto y el disparo ha atravesado su cabeza. Con ella, mueren veinte venezolanos más, ciudadanos de una nación que ha dejado de ser libre. No se sabe bien si los represores son venezolanos o asesinos a sueldo venidos de Cuba. Se incendian las ciudades. Se reúnen y se juntan miles de personas y voces en la capital, Caracas. Las mujeres, imitando la valentía por la libertad y la democracia de las heroínas cubanas, se visten de blanco. El rojo de la sangre se anima más sobre el blanco de la protesta pacífica.
En España, indignados por los asesinatos y la represión brutal de la Policía bolivariana y los agentes cubanos, se reúne «La Cultura». No los académicos, no los científicos, no los catedráticos, sino «La Cultura» de verdad, actores y actrices, directores, realizadores y guionistas del cine español, acompañados de cantautores y presentadores de programas de la «Cuatro» y de «La Sexta». Han sido convocados por Pilar Bardem y sus dos hijos, que protestan por el ERE de «Coca-Cola» mientras dejan en la calle a los trabajadores de sus negocios hosteleros. Y acuden todos los de «La Cultura», porque los convocantes son el no va más del progresismo y la lealtad al proletariado. La esposa de uno de los hijos no acude, porque vive en los Estados Unidos, el núcleo volcánico, la condensación más espesa y densa del azufre venenoso y criminal del capitalismo mundial. Y el «Gran Wyoming» toma la palabra. Y exige a sus compañeros de «La Cultura» que sea regañado un poco, sin pasarse de tono, quizá un poquito, pero regañado, el presidente Maduro, el hermano Presidente, porque asesinar por manifestarse a veinte ciudadanos no entra en los cauces del gran río del progreso. Alguno de los presentes, confundidos, los más agradadores, muestran pegatinas comprometidas. «No al ERE de Coca-Cola, Sí al ERE de la "Bardemcilla"». Son desalojados violentamente por los contratados por «La Cultura» para mantener el orden. Los juanes diegos se dirigen a la multitud cultural, y solicitan al Presidente de Venezuela, el compañero Maduro, que deje de matar a estudiantes y «misses» para no dar opciones de reacción a los nostálgicos de la derecha. Alguien intenta hablar de Ucrania, y es desalojado también por los encargados de mantener el orden. Ana Belén y Víctor Manuel son avisados de un problema desagradable. Un guardia municipal ha multado y avisado a la grúa para que se lleven su «Mercedes» mal aparcado a un depósito de coches. Se indignan con toda la razón. Ellos están protestando contra la violencia y en plena paz de la noche de Madrid, los guardias le birlan el «Mercedes». Ha viajado desde Cuba Guillermo Toledo, que asiste al acto en compañía del hijo de un dibujante de «ABC» que consiguió el trabajo gracias al capitalista Mingote cuando fue expulsado del diario progresista «El País». Toledo se siente compungido por la muerte de los estudiantes y manifestantes venezolanos, y pide a Cuba que deje de mandar criminales a sueldo a Venezuela. Valiente, digno, comprometido. Pero se baja el telón y todo era un sueño. «La Cultura», afortunadamente, sigue en su sitio y en su silencio con Venezuela.
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