Toni Bolaño

Un sueño de lentejas

Un sueño de lentejas
Un sueño de lentejaslarazon

En una noche de verano Artur Mas tuvo un sueño. Era plácido. Su utopía tomó forma. Se creyó que era un líder mesiánico asumiendo «la voluntad de un pueblo». Fue a ver a Mariano Rajoy sacando pecho. Ofreció su plato de lentejas. O las tomas o las dejas. Rajoy no tragó. Ofreció entonces las lentejas a los catalanes llamados a las urnas. Tampoco hubo suerte. Mas se las tuvo que comer todas. Como no daba abasto, pidió ayuda a ERC. Juntos podrían pero, no han podido. Las lentejas se han pasado.

Después de 186 días de su última visita, Mas ha vuelto a la Moncloa sin luz ni taquígrafos. Sin sacar pecho. El lunes no era su mejor día. Sólo habían pasado 120 días desde que los catalanes le hicieran bajar del pedestal.

Mas se ha reunido con Rajoy porque necesidad obliga. La deuda es galopante, los bancos están cerrados, debe dinero a espuertas a hospitales, farmacias y entidades sociales, la economía no despega, los ingresos se reducen, los impuestos suben y no puede siquiera aprobar los presupuestos porque ERC lo ha dejado en la estacada. Su Gobierno está paralizado y sus ideas son de traca. La última, que el Tribunal Superior haya anulado la privatización de la distribución de agua. Se hizo deprisa, a oscuras y por la pasta. La chapuza le puede costar un congo. Y lo peor, lo ha puesto en evidencia. En ridículo.

Ha conseguido aliviar los apuros. Habrá flexibilidad en el déficit y volverá el diálogo. Su entelequia independentista se ha diluido y los que creyeron en él le pasarán cuentas. Los que no, también. Ya no es aquel líder. Ha fracasado y ha despertado con amargura de su sueño de una noche de verano. Las lentejas incomibles, por cierto, y su Gobierno sigue en la cuerda floja.