Alfonso Ussía
Un vacío delator
Felicidades de corazón al diario «El Mundo», que ha cumplido un cuarto de siglo de vida. En estos veinticinco años nos ha enseñado, sorprendido, informado, interesado, divertido, escandalizado e indignado. En resumen, todo lo que procura la libertad. «El Mundo» lo fundó Pedro J.Ramírez, que lo dirigió durante 24 años. Ahora lo dirige otro gran periodista, de modos diferentes, más pausados, que es Casimiro García Abadillo. Y siempre ha influido la sombra inteligente y señorial de Antonio Fernández-Galiano, presidente de Unidad Editorial.
En la gran Fiesta de «El Mundo», a la que no pude asistir, y que presidieron los Reyes, se entregaron los premios a los tres periodistas españoles secuestrados por el fanatismo y a la estupenda escritora Rosa Montero. Como es lógico, y por tratarse de un medio de comunicación de fundamental influencia e importancia, no faltó a la cita la vicepresidenta del Gobierno. Y como en todas las grandes efemérides y celebraciones, se inmortalizó el acto con la foto de honor. Aparecen los Reyes, la vicepresidenta, los premiados, el presidente de Unidad Editorial, el director del periódico, el presidente del Tribunal Constitucional y dos señores italianos muy elegantes, presidente y consejero delegado de RCS, a los que no tengo el placer de conocer. Ahí faltaba una persona. Un hombre que puede ser querido o aborrecido, admirado o temido, ensalzado o hundido, pero al que «El Mundo» debe su existencia, su progresión y su éxito. Sin él, «El Mundo» no hubiera nacido, ni crecido, ni triunfado. Me refiero a Pedro J. Ramírez, el desterrado de la foto institucional. El fundador de un periódico con veinticinco años de vida y del que ha sido durante veinticuatro su director no sale en la foto. Y se me antoja que además de una descortesía esencialmente social y táctica, es de una injusticia clamorosa.
A Pedro Jota, después de hacerle un gran periódico, lo expulsó de «Diario 16» Juan Tomás de Salas. Otro cualquiera –excepto Anson con LA RAZÓN cuando se quedó sin el «ABC»– habría claudicado. Recuerdo un café en el «Samovy» de Comillas con Pedro Jota, ofreciéndome por primera vez formar parte de su nuevo proyecto. Pedro Jota fue el primer director, en «Diario 16», que me ofreció una columna fija, y me sentí muy cómodo en aquella etapa. Rechacé la oferta porque yo estaba muy bien en el «ABC» de los Luca de Tena y de Anson, muy mal pagado pero muy bien tratado familiar y profesionalmente. Jamás creí que aquel proyecto que me resumió Pedro Jota en Comillas se convertiría en una de las aventuras periodísticas más apasionantes de la reciente historia de España. Siento un gran afecto y admiración por Pedro J. Ramírez, con el que posteriormente estuve a punto de alcanzar un acuerdo. Pero creo que el fundador del diario «El Mundo» es mucho más admirable y soportable en la lejanía que en la cotidiana inmediatez del trabajo. Mi temperamento y el suyo habrían chocado en cualquier momento.
Pero Pedro Jota es «El Mundo», y exiliarlo de la fotografía institucional se me antoja más que una torpeza. El Rey, en su discurso, tampoco lo mencionó. En «ABC» imperaba una norma no escrita que se cumplía a rajatabla. Guillermo Luca de Tena recordaba siempre a don Torcuato y a Juan Ignacio, las dos principales columnas del centenario periódico de Madrid. Y Luis María Anson ya no está en LA RAZÓN, pero Mauricio Casals, el presidente, siempre lo recuerda y distingue cuando hace uso de la palabra en público.
En esa fotografia falta Pedro Jota. Sin su proyecto y su trabajo, ni esa imagen ni este aniversario se habrían producido. Superado ese escollo injusto, mi enhorabuena y gratitud a ese gran diario que tanto ha contribuido a favor de nuestra común libertad. Y mucha suerte, de corazón.
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