El desafío independentista
Una Hacienda fantasiosa
En su afán por mostrar los que los nacionalistas llaman «estructuras de Estado», la Generalitat de Cataluña ha presentado esta semana su Agencia Tributaria a la que el Consejero de Economía ha atribuido un potencial recaudatorio inmediato de 42.000 millones de euros. La cifra está próxima a la suma de todos los impuestos que actualmente se recaudan en Cataluña por parte del Estado –37.800 millones– y el propio Gobierno catalán –2.700 millones–. En los números independentistas también se suman las cotizaciones a la Seguridad Social –actualmente un poco menos de 20.000 millones– para completar el panorama de ingresos con los que contará el nuevo Estat Català. En total hablamos de 62.000 millones con los que Junqueras pretende financiar el gasto de la Cataluña salida de las urnas refrendarias de su independencia.
Cuando se manejan grandes números todo parece posible, incluso las quimeras que producen los sueños independentistas. Pero los economistas de verdad –no como Junqueras, que al parecer ha olvidado todo lo que debió aprender antes de doctorarse en historia económica– solemos ser más cautos y tratamos de ver todas las vueltas que tienen los asuntos. Para empezar, basta con echar un vistazo a los datos actuales del gasto público en Cataluña para percatarse de que su cuantía supera los 82.000 millones de euros –37.000 de la Generalitat, 15.000 del Estado y 30.000 de la Seguridad Social–. Eso quiere decir que, si nada cambiara en el terreno hacendístico, el Estat Català empezará su andadura con un déficit de nada menos que 20.000 millones; o sea, el 9,8 por ciento del PIB catalán. Pero hete aquí que cuando las instituciones cambian –y la independencia es una transformación institucional de primer orden– también la Hacienda se modifica. Dado que la independencia conducirá a una pérdida en el comercio exterior de Cataluña no inferior a la cuarta parte, ello conducirá a una reducción del PIB que estimo próxima al 17 por ciento y a una caída del empleo que afectará a unas 530.000 personas. Si no se produjeran más estragos, estos dos fenómenos tendrán una repercusión negativa sobre la recaudación de impuestos de unos 7.500 millones, así como otra, también negativa, de 3.500 millones en las cotizaciones sociales. Por tanto, las cuentas de la Hacienda catalana ya no reflejarán los ingresos que antes he apuntado, sino una cifra claramente inferior: 51.000 millones, con lo que el déficit, si no se ajustan el cinturón en el sector público, subirá hasta 31.000 millones. Este último número supone nada menos que el 15,2 por ciento del PIB, con lo que podemos predecir que el Estat Català será uno de los más deficitarios del mundo.
¿Quién financiará semejante dispendio? Me temo que, en sus oníricas elucubraciones, Junqueras pretenderá que sea el Reino de España quien apechugue con el estropicio: «Las pensiones para ti –le dice a Montoro en su sueño– y la deuda también». Pero ni aun así le cuadrarían los números. Es lo que tiene construir la Hacienda sobre las fantasías septembrinas.
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