Francisco Marhuenda
Una reforma imprescindible
La reforma fiscal impulsada por Montoro no es una medida coyuntural o electoralista. Estamos ante un planteamiento global que representa un gran avance en la línea de otros ministros reformistas que ha tenido la Hacienda Pública desde Ballesteros. Al igual que al resto de españoles me gustaría una rebaja más intensa de los impuestos, pero la situación económica no lo hace posible. Otra cuestión distinta es que la reforma de Montoro marca un camino claramente en esa dirección. Cuando Rajoy asumió el Gobierno, la situación económica era desastrosa y los indicadores nos conducían con paso firme a la intervención. España vivía la mayor crisis económica desde la posguerra y la gestión de los ministros socialistas, Solbes y Salgado, fue un desastre sin paliativos. La impericia de ambos políticos se vio ampliada con la crisis que sufrió el euro y el riesgo de una ruptura de la Unión Monetaria. La interpretación sobre lo sucedido por los economistas y políticos de izquierdas muestra un inquietante desconocimiento tanto de la realidad nacional como internacional. La firme decisión de Rajoy al no pedir el rescate y mantener su confianza en las medidas reformistas y los recortes decididos por su equipo económico explican que se pudiera sortear la crisis. El Gobierno no tuvo otro camino que incumplir su programa electoral y aplicar duros recortes y subir los impuestos porque había un grave problema por la bajada de ingresos y la subida de los gastos para hacer frente a las prestaciones por desempleo y el pago de la deuda pública. Durante este tiempo hemos escuchado cómo se decía que las medidas iban a generar más crisis y más paro, pero la realidad ha sido diametralmente opuesta y España ha salido de la recesión. Es cierto que hay un paro enorme y muchas familias se encuentran sumidas en graves dificultades, pero el panorama es realmente esperanzador. Nada de esto hubiera sido posible sin un decidido impulso reformista y unos recortes dolorosos pero imprescindibles. Los que fueron benevolentes con la catastrófica gestión del Gobierno socialista ahora han sido inmisericordes con aquellos que heredaron un panorama desolador. Existía un claro riesgo de quiebra del sistema y por supuesto de una incapacidad para prestar los servicios públicos, como desgraciadamente ha sucedido con los países intervenidos. La gestión eficaz del Gobierno ha sido clave en la recuperación, como reconocen todos los organismos internacionales, y ha sabido aprovechar, además, las acertadas medidas adoptadas por el Banco Central Europeo. No hay que olvidar que tenemos un Banco de España que no tiene ninguna capacidad en ese terreno y tengo mis dudas de que tenga alguna utilidad. Somos dependientes de las políticas europeas, pero la diferencia es que España ha sabido aprovecharlas mucho mejor que el resto de sus socios. La reforma fiscal de Montoro es la culminación de la labor de un gran ministro, que ahora es incomprendido y criticado, con una cierta ignorancia en muchas ocasiones, pero que el tiempo situará en su justo lugar. Ha adoptado medidas impopulares que nos han molestado a todos y que han tenido un indudable coste electoral para el PP, pero no había otro camino para sacar a España de la crisis. La reforma fiscal podrá ser perfeccionada, pero es indudable que estamos ante unas medidas que buscan mejorar, modernizar y simplificar el sistema impositivo.
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