Elecciones Generales 2016

Urnas como venganza

La Razón
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Las encuestas en Gran Bretaña han dado un vuelco tras el asesinato de la diputada Jo Cox, lo que demuestra que los sentimientos siguen estando por encima de las ideologías. No es la primera vez que ocurre. La muerte, cuando sobreviene de una forma brutal y despiadada, nos revuelve las tripas y nos impulsa a empatizar con las víctimas.

Si esto pasa un día cualquiera, y en el telón de fondo se vislumbra, aunque sea tenuemente, un matiz político, nos lanzamos a la calle a manifestar una repulsa que después iremos olvidando a golpe de rutina; si ocurre en vísperas de acudir a las urnas, no hace falta estar licenciado en Sociología ni en Psicología para saber que la ola de simpatía por el muerto y de repulsa por el asesino se traducirá en votos.

El que dudaba deja de dudar, y el que pensaba quedarse en su casa, acudirá como acto de homenaje o de venganza incruenta contra quien visualiza como responsable moral por inducción u omisión de que ocurran estas salvajadas. Es el principio de la acción/reacción. Somos seres sensibles y sentimentales y esto, que en principio es bueno en tanto en cuanto nos humaniza, no deja de ser terriblemente inquietante porque nos vuelve vulnerables y, lo que es peor, altamente manipulables frente a quienes no tienen ningún escrúpulo. No es la primera vez que ocurre. Éste, por lo visto, ha sido un loco, pero los que son capaces de quemar a sus semejantes en una jaula, los que disparan a quemarropa sin importarles a quien, los que están convencidos de ser los guardianes del orden mundial, los que tienen afán de notoriedad, los fanáticos, los mesías y todos esos que nos impiden rebatir a Hobbes cuando decía que el hombre es un lobo para el hombre lo saben.

Y eso, que quieren que les diga, es muy pero que muy peligroso.