Restringido

Valentía

La Razón
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Hay que reconocerles ciertas dosis de valor a las decenas de miles de personas que ayer domingo acudieron a la Plaza de San Pedro para no faltar a la tradicional cita con el mensaje «Urbi et orbi» del Papa.

Desde hace días los medios de comunicación italianos vienen advirtiendo del peligro de atentados terroristas en un lugar tan simbólico como el Vaticano. La Policía no ha dado cifras oficiales pero los que allí nos encontrábamos pudimos contemplar una multitud muy numerosa que antes de llegar a la plaza tuvo que someterse a muy severos controles de las fuerzas de seguridad. Nadie protestó y todos aceptaron de buen gusto que los policías inspeccionasen sus bolsos y les hiciesen pasar por los «metal detector» instalados debajo de las columnas de Bernini.

Eran muchos los romanos e italianos pero también se oían otras lenguas y se veía ondular banderas de muchos países lejanos. Sorprendía ver a familias numerosas y a jóvenes padres con sus bebés en brazos o en sus carritos. Había, naturalmente, religiosos con sus hábitos tradicionales y jóvenes monjas sonrientes ajenas por lo visto a las amenazas.

Tampoco pareció darles ninguna importancia el Papa Francisco, que antes de proclamar su mensaje desde el balcón central de la «loggia» de la Basílica que se asoma a la plaza no dudó en lanzarse en su «jeep» descapotable a dar una vuelta –no prevista en el programa– por toda la plaza y la adyacente Vía della Conciliazione. Fueron minutos de gran entusiasmo y los gendarmes y policías se las vieron y desearon para contener a quienes querían verle y aclamarle lo más cerca posible. No se registró ni un solo incidente.

Poco después en el curso de su mensaje el Santo Padre dio la explicación de su «inconsciencia» (como ya ha confesado otras veces) y afirmó que tiene la seguridad de que las fuerzas del amor acabarán venciendo la ciega y cruel violencia del terrorismo que no cesa de derramar cada día sangre de víctimas inocentes.