Angel del Río
Vecinos y sufridores
En contra de lo que asegura el viejo refrán, «sí» hay mal que cien años dure. Es lo que está pasando con las cundas, los toxicómanos y todos los derivados de este fenómeno lacerante en el barrio de Embajadores, una zona de Madrid que desde hace ya varias décadas sufre la presencia ostensible de los «taxis» de la droga, que traen y llevan a los toxicómanos a ese supermercado del menudeo que es la Cañada de Real. Ha habido protestas, denuncias y manifestaciones de los vecinos para que se erradique de una zona del barrio, junto a la glorieta de Embajadores, ese lamentable espectáculo.
La mayoría de las veces, los afectados han caído en el desánimo al comprobar que las medidas o eran insuficientes o resultaban ineficaces. Por etapas se han establecido controles policiales, y mientras han estado activos, se ha reprimido la presencia de los cunderos, pero, al no ser continuado ese control, se ha vuelto rápidamente a la actividad y a los problemas que crean a los vecinos.
Con la canícula de agosto, los toxicómanos han dejado su habitual espacio «por falta de actividad comercial» y se han cambiado a otra zona de mayor actividad dentro del mismo barrio. Es decir, que el fenómeno no ha desaparecido por el verano, sino que se ha trasladado, se ha ido de «veraneo» a otro punto, donde los nuevos y sufridores vecinos empiezan a soportar todos los inconvenientes, sobre todo el de la suciedad, la acumulación de residuos en la vía pública. Los afectados piden que el Ayuntamiento de Madrid limpie la calle.
Pero ya sabemos por experiencia que las ocurrencias del Gobierno de Carmena no pasan por mejorar la limpieza pública, ni siquiera por barrerla debajo de la alfombra de las apariencias. En esta ciudad se ensucia, se bebe en la calle, se ejerce la venta ambulante clandestina y los «manteros» campan a sus anchas.
Si el Ayuntamiento no es capaz, o no puede, resolver el problema de las cundas y los drogadictos que hacen de la calle su hábitat, al menos que limpie, que alivie a los vecinos de Embajadores de tanto residuo maloliente abandonado a las puertas de sus casas. Los problemas no dejan de existir porque se les de la espalda. Hay que abordarlos, porque eso es gestión, frente a ocurrencias y tolerancia demagógica.
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