Alfonso Ussía
Víctima del PP
Tengo un amigo que es militante entusiasta del Partido Popular. Ha confundido la militancia con la plena obediencia, y asume con conmovedor arrebato todo lo que manifiestan o recomiendan los miembros del Gobierno. Es decir, que está a un paso de volverse rematadamente loco. Durante las elecciones se mostraba firme partidario de la rebaja de los impuestos prometida por Mariano Rajoy, y cuando los subió inesperadamente, defendió la subida del robo legal con un ardor, no guerrero, sino heroico. El asunto de Bárcenas le descolocó un poco, pero ya se ha recuperado. Pero hoy ha sucumbido. Hoy me ha llamado para decirme que se da de baja en el PP. Se ha duchado con agua fría.
«Ha sido la experiencia más desagradable de mi vida», me ha confesado entre gimoteos. Según me ha narrado, al recibir el primer golpe chorreado de agua helada ha pegado tal alarido que sus hijos, todavía pequeños y sin escolarizar, han roto en inconsolable llanto. «Ha subido hasta el portero, alarmado por mi berrido». Pero un militante es un militante a las duras y a las maduras, y cuando le he dicho que tenía que haber pasado al agua caliente después de la espantosa impresión, me ha respondido que no. Que todavía, cuando estaba bajo la ducha de agua fría, era militante activo del Partido Popular, y que si Arias Cañete había recomendado la ducha con agua recién importada de Groenlandia, su obligación no era otra que cumplir con su deber. Se ha dado de baja para no tener que padecer día tras día las consecuencias de la recomendación del exótico ministro.
Al oír al ministro Arias Cañete, la nórdica comisaria europea Connie Hedegaard le dijo a nuestro ministro en sus barbas que ella no pensaba ducharse con agua fría. La señora Hedegaard desea ser feliz, y no pone en duda que uno de los mayores placeres que se pueden disfrutar en este mundo es una ducha o un baño con agua caliente. Yo soy más de baño, y entono emocionantes y bellas melodías mientras intento atrapar la pastilla de jabón, que siempre se escapa de las manos. Además, un baño permite el masaje de las pompitas, que resulta imposible en la ducha. Se procede de la siguiente guisa. Tómese con la mano derecha la esponja en situación de sequedad. Introdúzcase en el agua y sitúese, como si de un almohadón se tratara, bajo el culo del bañista. Al presionar con el antifonario la esponja, ésta se espachurra y cede al agua centenares de pompitas que al pasar junto a la espalda procuran un gustirrinín de difícil comparación. Y con el agua muy caliente, claro.
El ministro Arias Cañete no es muy de fiar porque tiene apellidos de árbitro de fútbol, y no de ministro. «El partido será arbitrado por Arias Cañete del Colegio andaluz». Mucho me temo que si el señor ministro ha sido capaz de recomendarle la ducha de agua fría a la comisaria europea, sus compañeros en el Gobierno llevan ya un tiempo cumpliendo con su encomienda. De ahí, el desconcierto gubernamental, y muy especialmente, la expresión taciturna de De Guindos, que se come las letras y habla como si tuviera una bola de golf en la boca. En lugar de «fenomenal» dice «feomnal», y eso me preocupa.
El único que se ducha, con toda seguridad, con agua calentita es el ministro Montoro, que lleva puesta una sonrisa de amplia felicidad allá donde se presente, y más aún cuando puede encontrar a sujetos sospechosos de defraudar a Hacienda. Montoro va a lo suyo, Rajoy se ducha en Bruselas, que es donde vive, y los demás a punto están de enloquecer como mi amigo el militante.
Empiezo a entender las cosas.
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