Sabino Méndez
Volando voy
¿Qué es lo que hace tan excepcional a Camarón de la Isla? Lo primero: una voz fuera de norma, excepcional no sólo por fuerza, ductilidad y capacidad musical, sino por su especial timbre. En las voces, todas la demás características son técnicas (cantidad y calidad), pero el timbre es individualidad. La dulzura que poseía el timbre particular de Camarón (tostada en el punto justo como para no ser empalagosa) sólo ha podido escucharse con tal gracia quizá en Juanito Valderrama, en el primer Sorderita de Ketama y, actualmente, en la Mari de Chambao. En cada caso, se trata de una dotación biológica de serie que es irrepetible y propia, inimitable.
La segunda excepcionalidad de Camarón es que, además de apostar por la forma antigua en flamenco, nunca perdió de vista los nuevos contenidos que es el lugar dónde generalmente tropieza la tradición clásica a la hora de ponerse al día. Camarón supo manejarse con la electrificación de los instrumentos, supo también conservar el oído al día para las canciones nuevas que surgían en las fronteras del género (las canciones de Kiko Veneno), supo trabajar con las mejores mentes musicales de su generación (los De Lucía, Pachón, Amargós, Benavent, Veneno, Tomatito, Amador, etcétera). No es raro que la lista de los que le rinden pleitesía sea larga y sabrosa. Ni tampoco que en esa lista figuren siempre artistas de las nuevas generaciones, desde Estopa a Muchachito Bombo Infierno, desde el rock hasta la clásica pasando, por supuesto, por la propia música flamenca, el único arte donde, aparte de manierismo, hay mairenismo (de Antonio de Mairena).
La música es polvo y viento. En un mundo tan ortodoxo como el del flamenco tradicional, Camarón primero demostró lo que era capaz de hacer su genio con todo lo clásico. Después, cuando hasta el propio Sabicas ya había querido grabar con aquel niño prometedor, fue cuando decidió volar a su manera. Y lo hizo innovando, hasta acumular dieciséis grabaciones, todas imprescindibles, que le convirtieron en un ídolo mítico ya en vida. Por eso tiene todavía más mérito la historia de vocación personal de Camarón; su capacidad para alejarse de todo y no distraerse de su arte (tarea en la que le benefició su tradición gitana de origen). Incluso hasta en las diversiones más indulgentes y comerciales que grabó a lo largo de su vida encontraremos siempre algo de abismo.
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