Historia

Ángela Vallvey

Votos

La Razón
La RazónLa Razón

Después del Sexenio Democrático, España inició el periodo de Restauración, denominado así por la recuperación del trono por un borbón, Alfonso XII. La presencia de Cánovas fue crucial para dotar al país de estabilidad, y desde 1874 a 1931, como aprenden los escolares (o deberían), España se sostuvo sobre cuatro pilares: una Constitución, las Cortes, la alternancia política de los dos grandes partidos (conservador y liberal, lo que se ha llamado el «turno»), y la figura del rey, que representaba «la unidad». Josep Pla decía que los monárquicos habían sabido propiciar la unión de los españoles con el emblema del rey, mientras que la República no tenía símbolo porque su naturaleza dispersa era la «variedad»... Por entonces había elecciones, claro, pero manipuladas de manera que siempre ganaba el partido al que le «tocaba» gobernar. El sistema turnista convenía a ambos partidos, y a la corona, así lograban mantenerse en el poder, a resguardo de las tensiones que producían las facciones más radicales. Las mayorías obtenidas en las Cortes eran abrumadoras, y permitían gobernar cómodamente a uno y otro partido. Ello favoreció una estabilidad política asombrosa en un país de historia convulsa como España. Pero a partir del golpe militar de 1923, todo empezaría a cambiar de manera drástica. En 1931 se pasó de Monarquía a República, pero España, acostumbrada al engaño electoral, no tenía ningún respeto por los resultados de las votaciones. La práctica de la democracia había sido una farsa durante la Restauración, y en cuanto desapareció uno de los pilares en que se asentaba (la Monarquía), el sistema se vino abajo. Obrerismos, nacionalismos, radicalismos de derechas e izquierdas, carlismo... Los elementos desestabilizadores comenzaron a ganar fuerza cuando el edificio institucional se empezó a desmoronar. La democracia de partidos, sobre todo, era una falacia, no supo adaptarse al devenir de los tiempos, y ya sabemos cómo acabó aquello: en una Guerra Civil. Salvando las lógicas distancias, hoy día está ocurriendo en España algo parecido: una vez que el turnismo (esta vez sí, democrático) se ha hundido, el país se ha sumido en una situación de debilidad sistémica, y por tanto está más expuesto que nunca a ser avasallado, desmantelado o arruinado. Los problemas esenciales siguen siendo los mismos de los pasados años 30: radicalismos y la falta de práctica democrática de unos partidos incapaces de hacer frente a la inestabilidad del voto.