Jorge Urosa
Vuelta al botijo
En la villa no se habla de otra cosa que del sofocante calor que está haciendo que se derrita Madrid, que el asfalto adquiera ese aspecto más propio de un espejismo que de una vía urbana, el que hace que bebamos más agua en tres meses que en el resto del año. El bochorno ha llegado y parece que para quedarse, al menos una quincena; este estío va a ser cosa seria y el que más y el que menos está tirando de todos sus recursos para aliviar el sofoco. Contra la fuerza implacable de Lorenzo todo vale, aires acondicionados, ventiladores, abanicos, lo que sea con tal de mitigar los efectos de estas temperaturas casi insoportables.
Pero hete aquí que ése es el problema, la ola de calor ha pillado desprevenidos a los centros comerciales: las estanterías de ventiladores están vacías, completamente vacías. Aunque parezca increíble hay una falta de abastecimiento preocupante, sobre todo para niños y ancianos, los más vulnerables cuando se producen olas de calor como la de estas últimas dos semanas. Aunque, pensándolo bien, no hay mal que por bien no venga, seguro que hay algún iluminado que nos dice que son innecesarios, que son un artículo de lujo de la burguesía acomodada, los mismos a los que no asustará ver las estanterías de los centros comerciales vacías, dado que están acostumbrados a verlas allende los mares; es más, puede que les parezca un primer paso interesante hacia la idílica sociedad en la que se reparte la miseria por igual.
En fin, uno que es de Méntrida, del macizo Toledano de la raza, y que pasó su juventud escuchando «Escuela de calor», no se asusta así como así. Mientras queden botijos y una buena sombra donde resguadarse aguantaremos lo que nos echen.
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