Sabino Méndez

Xenofobia de buen rollo

La Razón
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Oriol Junqueras (Barcelona, 1969) cuenta con extrema candidez, a quien le quiera oír, que a los 8 años ya estaba en contra de la Constitución. Desde entonces, hay que reconocer que su pensamiento no ha evolucionado mucho. Simpatizante de a pie del independentismo, empezó a trabajar como profesor de Historia en la Universidad Autónoma de Barcelona. Su vida cambió debido a la afición de un amigo, humorista de TV3, a esa disciplina. El tal amigo, Toni Soler, había tenido éxito con un programa sobre nostalgia de TVE y pensó que era el momento para, con ese tirón, levantar en la televisión autonómica un concurso que girara en torno a su vocación frustrada. Fichó de asesor a Oriol, a cargo del erario público, con el objetivo de que diera una versión de la historia de Cataluña exenta de cualquier tipo de modestia.

El programa no funcionó, pero le otorgó una resonancia mediática local que le cambiaría la vida. Le gustaba salir ante la cámara y parecía invitar a volver a una Edad Media donde los robustos pudieran desahogar sus rencores por las armas (un tic que parece ser el sueño húmedo de jevis y rústicos de pueblo). En la red puede vérsele, buscando sobre el minuto 27 del programa (http://consciencia.cat/?videos&item_18=9606&n=joanot-martorell-el-favorit), o verlo reincidiendo de nuevo, unos programas más tarde, en el minuto 18 (http://consciencia.cat/?videos&item_18=9600&n=jaume-i-el-favorit). No tiene desperdicio. Los chistes de sangre y cráneos machacados son impagables. Eso sí, de buen rollo.

En los siguiente años, participaría en media docena de programas locales de radio y televisión, la mayoría sufragados con dinero público, que le darían la notoriedad suficiente para recoger los restos del naufragio tras la debacle de Esquerra con el tripartito. Había sido capaz, en 2008, de escribir un artículo en el periódico «Avui» (de nuevo subvencionado con fondos autonómicos) con un título que invitaba a marcharse y en el que afirmaba que existían diferencias genéticas entre catalanes y españoles sin aclarar a quién consideraba unos y a quién otros. Su republicanismo es discutible cuando hace afirmaciones de populismo bananero como que la democracia está por encima de la Ley y hay que enviarlo a repetir primero de Estado de Derecho. En 2009 fue elegido eurodiputado por Esquerra y, dos años después, presidente. Pocos argumentos ha añadido estos años, más allá de los agravios imaginarios y de una supuesta dignidad que estaría siendo afrentada. Cosa extraña, porque se doctoró en Historia del Pensamiento económico. Quizá es que, con las compañías que frecuenta, más le vale no hablar de dinero.