Enrique López

Y de nuevo elecciones

La Razón
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De nuevo estamos de elecciones y esto hubiera sido una noticia de especial trascendencia si no fuera porque más o menos todo el mundo tenía muy descontado el resultado final. Ha operado por primera vez en nuestra democracia lo previsto en el art. 99.5 de la Constitución, y ello determina que nos enfrentamos a un nuevo proceso electoral con todas sus consecuencias; no se trata de un examen de recuperación donde normalmente se disminuyen el temario y el grado de exigencia, resultando más difícil ir a por nota; muy al contrario, se trata de una nueva convocatoria donde el nivel de exigencia debe ser el mismo, y donde es legítimo aspirar a la máxima nota, puesto que de lo contrario se estaría desnaturalizando un proceso electoral esencial en una democracia representativa. Mucho oiremos sobre quién fue más o menos responsable de la repetición de elecciones, pero lo que es cierto es que estamos donde estamos. Es positivo que los partidos políticos hayan intentado abaratar el coste de las elecciones, sobre todo el de sus gastos electorales, pero pronto surgió la dificultad que esto tenía, puesto que, aunque cada partido defienda las trasversalidad de su opción política, lo cierto y verdad es que todos tienen caladeros mas fáciles o apropiados para su mensaje, y en cada caladedero las técnicas de pesca –petición de voto a través de los instrumentos que brinda la publicidad– son diferentes y ello, junto con otras causas frustraron el acuerdo. Es bueno abaratar los costes de las campañas electorales y racionalizarlas, pero no sobre la base de entender que éstas son unas elecciones de segundo orden, algo así como cuando un estudiante se presenta a una recuperación, y parte de que ya domina el temario dedicándose sólo a repasar. Se trata de unas elecciones importantísimas para España, como lo son todas, y por ello no hay que restarles relevancia. El verdadero problema radica en que quizá lo que hay que plantearse es la búsqueda de un pacto amplio para la reforma del Régimen Electoral, y entre otras materias en lo que se refiere al tratamiento de la campaña y publicidad electoral, así como del propio procedimiento de votación; este pacto no puede alcanzarse sobre la base de pensamientos únicos o interesados en función del tipo de electorado más proclive a cada partido, sino pensando en todos. Por ejemplo, hay electores que siguen demandando el envío de las papeletas a su domicicilio, y otros prefieren descargárselas por internet e imprimirlas en su casa; ambas opciones deben coexistir por el momento. Debemos pensar en el voto electrónico, pero no como sustituto del presencial, sino como alternativa a éste que, en mi opinión, se debe mantener como símbolo de las grandes citas democráticas. El concepto de Justicia para Aristóteles estaba definido como «la virtud entre dos extremos», el vicio de exceso y el vicio de defecto; pues en esto ocurre un poco lo mismo. ¡Qué fácil sería un acuerdo si todos pensaran en todos y no en sí mismos! Decía Platón que el precio de desentenderte de la política es el ser gobernado por los peores políticos.