Pedro Narváez
Yo acuso
Empezamos el año con el miedo en el cuerpo, un virus que se extiende al continente como hace ahora un siglo cuando los que fueron a defender a Europa se encontraron con los miembros descuartizados y engendraron la semilla del odio que nunca se marchita desde el comienzo de los tiempos. Grecia es un país en bancarrota que maquilló sus cuentas, endulzó hasta la diabetes económica a sus funcionarios y engañó a la Unión Europea. Luego fue maltratada. Despegó la ultra izquierda de Syrizia pero también los neonazis de Amanecer Dorado, remedios caseros para una enfermedad terminal que es como ir al curandero para tratar el ébola. Ignoro quienes alentaron desde dentro el espantajo. Desde que empezó la crisis del euro repetimos la letanía de que España no es Grecia pero los españoles quisieron no oírlo y aún hoy algunos prefieren la muerte asistida por la flojera de no levantarse de la cama y descubrir la verdad. En España se han amplificado serios problemas con el fin no de arreglarlos sino de hundir al adversario. La palabra más usada por la izquierda tradicional fue sufrimiento como si el Gobierno ejerciera la disciplina inglesa en una orgía sadomasoquista. Ahora lo paga con un descalabro morrocotudo sin que desde sus filas se llame al orden y a la decencia. Crearon al Frankenstein en noches de tormenta valiéndose de la cola de los parados. Carencias que ya arrastrábamos se convirtieron en carne de sensacionalismo tras los recortes y así los desahuciados de los que nadie se había acordado antes de la crisis fueron motivos de escraches, los niños malnutridos utilizados como engendros de circo mientras los corruptos asolaban a la clase media política que vive como cualquier ciudadano mal pagado. Los medios que predicamos la importancia de la política para la democracia predicamos la pena en el desierto. ¿Queríais desestabilizar? Pues toma Podemos. Cría cuervos.
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