A pesar del...
Consumismo, saqueos y compras
Nos asegura que es feliz desde que decidió no comprar más de lo «estrictamente necesario». Eso es el mercado que tanto abomina, donde no estamos obligados a comprar.
Hace un par de años mencioné los errores de Azahara Palomeque, que cultiva tópicos caros al pensamiento único, como el que asegura que el capitalismo es causa de todo lo malo que nos sucede. En serio (https://bit.ly/46msDN2).
Integra, como ironizó Adam Smith, ese cansino grupo de «moralistas quejumbrosos y melancólicos que perpetuamente nos reprochan que seamos felices». Conocemos el percal: vamos fatal por culpa del mercado, se acaba la naturaleza, se extingue la biodiversidad, etc. Es un lúgubre e infundado panorama –puede verse: Marian L. Tupy y Gale L. Pooley, Superabundancia, Deusto (https://bit.ly/3GFOx3x).
Traigo ahora a colación a la doctora por dos equivocaciones en torno a una repetida consigna antiliberal: el malvado consumismo.
A propósito de los saqueos en tiendas en Estados Unidos, diagnosticó: «No roban para comer. Lo que impulsa el robo es un ansia de pertenecer al consumismo del que han sido excluidos, único vector del deseo e identidad social hegemónica en este mundo mercante». Daniel Rodríguez Herrera le aclaró las cosas en Twitter: «Lo que hacen es revender la mercancía, como sabe cualquiera que se haya informado sobre este asunto. Y lo hacen porque pueden, ya que en muchos lugares los demócratas han despenalizado el robo menor de iure y en muchos otros lo han despenalizado de facto».
En otra oportunidad, la doctora, a propósito del consumo en las fechas navideñas, escribió en El País un artículo titulado: «El día que decidí no comprar nada».
No era interesante por la argumentación, convencional en su condena al «capitalismo frenetizado y voraz…turbocapitalismo…expolio del planeta que se queda sin recursos naturales…beneficios obscenos de las grandes empresas». Tampoco por el habitual desprecio hacia la gente corriente, algo típico de los progres, que tratan a los demás como insensatos apegados a cosas inútiles, «acumulación de fruslerías», rehenes de las mercancías y cegados por la «apuesta falaz por la compra» en busca de «la felicidad nunca lograda». Condena en particular a las mujeres atraídas por la moda o los cosméticos. En fin.
Lo llamativo es que no percibió el liberalismo de su posición. Nos asegura que es feliz desde que decidió no comprar más de lo «estrictamente necesario». Eso es el mercado que tanto abomina, donde no estamos obligados a comprar. Algún día podría dar un paso más y reflexionar sobre qué sucede cuando esa opción capitalista desaparece.
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