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Editorial

Convidado de piedra en la mayor tragedia

Ni el presidente ni su gabinete son actores de reparto, sino principales en esta tragedia. Incumplieron la Ley que explicitaba el deber de declarar la emergencia nacional y asumir el mando único. Han incurrido en gravísimas responsabilidades

El presidente de la Generalitat Valenciana compareció en Les Corts para someter al escrutinio su gestión en la peor catástrofe natural de España en este siglo. Defendió su papel con mayor o menor diligencia y recibió duros reproches de la oposición. Se llama democracia parlamentaria y es la que el sanchismo ha cancelado casi por completo en estos seis años sin rendición de cuentas, arbitrariedad reglamentaria y hostilidad contra el Senado. Se pretende convencer a la opinión pública y a los españoles que el Gobierno debe abrazar un rol secundario, un papel discreto y subalterno, en la peor catástrofe que se recuerda con un nivel de destrucción comparable al de un campo de batalla y que el liderazgo tienen que ejercerlo las administraciones inferiores. Se quiere que asumamos como ordinario y común que el jefe del Ejecutivo esté un mes sin aparecer por el Congreso en medio de un drama colosal y con un país conmocionado en un ejercicio de absentismo obsceno y de flagrante incumplimiento de sus obligaciones legales y, por supuesto, morales. Igualmente se obstinan en que los ciudadanos piensen que es corriente en todas las democracias que el presidente y los ministros, con alguna excepción, se abstengan de corresponder con la integridad pública que exige la emergencia que atravesamos tal y como mandatan las leyes y la Constitución. Sería impensable por imposible que los gobiernos de Francia, Alemania, Italia o Reino Unido se desempeñaran como auténticos convidados de piedra en una convulsión de dimensiones rotundas que nos ha sumido en un duelo traumático. Los hechos consumados hasta la fecha por Moncloa solo cabe interpretarlos, guardan sentido y encajan en el marco de una estrategia de instrumentalización del shock colectivo para destruir al adversario político y reanimar una alternativa languideciente en una región neurálgica con la que medrar entre los escombros, el fango, la precariedad y la angustia. La ministra Diana Morant , postulante a la Generalitat, ha puesto voz a esa agenda de poder con la petición acelerada y sobreactuada a Feijóo de un gobierno técnico y elecciones anticipadas en la Comunidad Valenciana. La reconstrucción y la recuperación no han aparecido entre sus demandas. Lo ha hecho con el presidente ausente entre cumbres internacionales y sus compañeros del gabinete agitando paquetes millonarios de ayudas fake y escondiéndose detrás de portavoces uniformados y otros secundarios confiados en aquello de que cuanto peor para el PP y la gente, mejor para Sánchez. Pero ni el presidente ni su gabinete son actores de reparto, sino principales en esta tragedia. Incumplieron la Ley que explicitaba el deber de declarar la emergencia nacional y asumir el mando único. Han incurrido en gravísimas responsabilidades que buscan oscurecer con desinformación y propaganda. Que se depuren con todas las consecuencias es un deber moral tras tantas vidas arrebatadas.