Editorial

La crisis de Vox y la concentración del voto

Que el pasado se repite en política es un hecho. Tanto como que el fantasma de Ciudadanos está muy presente

Iván Espinosa de los Monteros ha sido el último valor de Vox en abandonar la trinchera política tras el giro ideológico, estratégico, pero sobre todo de centro de poder en el partido, emprendido desde hace meses, y que se plasmó de manera meridiana en la confección de las listas al Congreso y en la conformación de un grupo parlamentario de otro perfil al que encabezó el ya dimitido portavoz. El alma liberal y posibilista del grupo primigenio fundador ha sido reemplazada por un enfoque estatista extractivo, incluso populista a imagen y semejanza de su espejo francés, con un significativo aderezo de reconocidas corrientes religiosas que se han hecho presentes e influyentes en las estructuras dirigentes. Este viraje se materializó de manera más o menos traumática en la exclusión del Parlamento del núcleo liberal representado en figuras como Víctor Sánchez del Real, Rubén Manso u Onofre Miralles. Nada hace pensar, por lo demás, que la hemorragia de capital político de las filas del partido que lidera Santiago Abascal se detenga con el adiós de Espinosa de los Monteros que, se mire como se mire, oficializa el poder absoluto del clan Jorge Buxadé, Ignacio Garriga y Kiko Méndez-Monasterio bajo el liderazgo de Abascal. Espinosa de los Monteros ha aludido a razones personales y familiares, que son el tópico para salvar el trago y no detallar lo que era un secreto a voces sobre una pérdida de confianza mutua con la dirección y un distanciamiento en la esfera privada más allá de las diferencias incluso ideológicas sobre el presente y el futuro del partido. De momento, el giro iliberal del grupo se ha traducido en un fiasco, con la pérdida de 19 escaños y 700.000 votos en las generales, sin que los actuales cabecillas hayan realizado la mínima autocrítica sobre las consecuencias del discurso y la estrategia que se centraron en acosar a Feijóo y olvidarse de Sánchez. El adiós traumático de un fundador tan carismático como Espinosa de los Monteros, al que precedió la mencionada purga de liberales, nunca es baladí ni inocua, consolida una dinámica sombría para una organización política con las importantes responsabilidades que le han otorgado millones de españoles. El paso al lado de Abascal para no trabar un gobierno en solitario de Núñez Feijóo ha sido un movimiento razonable, tal vez el único en un desempeño gris que ha descolocado a buena parte de su electorado. Que el pasado se repite en política es un hecho. Tanto como que el fantasma de Ciudadanos está muy presente. Para el futuro de la nación y de la alternativa al sanchismo, toda eventualidad que aliente la concentración del voto del centro derecha en el Partido Popular como opción mayoritaria y vertebradora es una oportunidad. Los once millones de sufragios del 23J reagrupados se traducirían hoy en una mayoría absoluta reforzada. Esa debe ser la meta.