Editorial
Un curso político crítico para España
Núñez Feijóo puede alcanzar la Presidencia, pero si la coalición de perdedores lo evita, su deber es convertirse en un baluarte en defensa de los derechos de los españoles
El presidente del PP y candidato a la investidura, Alberto Núñez Feijóo, ha arrancado el curso político con un acto en el castillo de Soutomaior (Pontevedra), rodeado del poder territorial de la formación que simboliza su hegemonía local y autonómica en el conjunto del Estado. Núñez Feijóo debe encarar en un mes un proceso decisivo con el objetivo de armar una mayoría que le permita convertir la victoria electoral sin paliativos de su partido en la responsabilidad de formar gobierno. A nadie se le oculta a estas alturas que la meta es sumamente compleja y que las probabilidades de que el proceso culmine de forma desfavorable no son menores. En todo caso, el líder del PP ha actuado con la lógica y la razón de aquel que encarna la opción más respaldada por los españoles en las últimas generales. La misión está marcada por un hándicap que para nosotros es en realidad la virtud que lo encumbra sobre Sánchez, su determinación de no ceder a chantajes ni someterse a cesiones contrarias a la Constitución y al interés general de la nación a cambio de esos cuatro escaños que lo separan de Moncloa. Alberto Núñez Feijóo lo ha enfatizado con rotundidad en el arranque del ciclo político. Esa disposición institucional a dialogar «con los grupos que quieran hablar», así como con los presidentes autonómicos que deseen «aportar», no supone entrar en «subastas» ni someterse a la voluntad de las «minorías». El presidente del PP ha marcado los límites para que nadie se equivoque ni manipule, pero debe ser consciente de que explicarse en esos términos con Junts o ERC al otro lado de la mesa, que toda su estrategia lo fundamentan en una extorsión permanente, puede generar desconcierto en su electorado. El respeto a la institucionalidad y a los usos parlamentarios que el sanchismo ha abrasado con su soberbia y arrogancia está bien y resulta encomiable, pero puede ser frustrante. Enfilamos un ciclo político crucial para España y también para el PP. No sabemos todavía cómo acabará y las alternativas están abiertas. Cuatro años más de sanchismo en sociedad con los enemigos del país es una opción real que obligará a Núñez Feijóo a una oposición frontal, con el empleo de todos los medios a su alcance y el enorme poder territorial que atesora, y a estar a la altura de una amenaza cierta contra los pilares del estado constitucional que han articulado la convivencia en paz y en prosperidad. La historia reciente nos ha refrendado que el sanchismo es capaz de todo con tal de preservar el poder. Tras los indultos, la sedición, la malversación y los inconstitucionales confinamientos y cierre del Parlamento, la amnistía de los golpistas y el referéndum en Cataluña son escenarios que se manejan ya en el PSOE y en sus aliados con insólita naturalidad y que nos asoman al abismo. Núñez Feijóo puede alcanzar la Presidencia, pero si la coalición de perdedores lo evita, su deber es convertirse en un baluarte en defensa de los derechos de los españoles.
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