El canto del cuco
Diálogo de sordos
Chocan dos concepciones de España, la que defiende la vigencia de la letra y el espíritu constitucional y la partidaria de acabar con la Constitución del 78; la España de la mano tendida y la España del «no es no»
El descubrimiento del diálogo, según Borges, es la mejor cosa que registra la historia universal. En el campo político el diálogo se convierte en el principal instrumento de la convivencia democrática. A juzgar por la desabrida respuesta de Pedro Sánchez por boca de su portavoz, Pilar Alegría –¿esta mujer es además ministra de Educación?– a la razonable propuesta de Núñez Feijóo, aquí no hay nada que hacer. Seguiremos a garrotazo limpio, con dos bandos enfrentados. Lo del miércoles en el encuentro del Congreso empezó siendo un diálogo de besugos en el que no había relación lógica entre lo que proponía uno y lo que respondía el otro. Esto fue aún más ostensible oyendo a la ministra en funciones, agarrada al argumentario sanchista, apurada, con sonrisa nerviosa, torciendo los morritos, sin responder a nada de lo que le preguntaban. Lo suyo se reduce a propaganda cansina y a soltar improperios contra el político gallego venga o no venga a cuento. ¿Se imaginan algo parecido en la Europa democrática de nuestro entorno?
En realidad, como estaba previsto, la reunión de Feijóo y Sánchez, que podía haber sido un encuentro histórico para sacar a España del barranco en que está metida firmando un gran pacto de Estado, acabó siendo un diálogo de sordos, que es aquel, como explica María Moliner, en que los interlocutores tienen sus propios puntos de vista y no tienen voluntad de llegar a un acuerdo. Eso es lo que pasó. Cada uno iba a lo suyo, aunque parece claro que el socialista iba más a lo suyo que el dirigente popular. En contra de lo que pudiera parecer, no es un simple forcejeo de dos políticos que luchan con uñas y dientes por el sillón presidencial. Ambiciones personales aparte, –Feijóo tiene más porvenir político que Sánchez– aquí chocan dos concepciones de España, la que defiende la vigencia de la letra y el espíritu constitucional y la partidaria de acabar con la Constitución del 78; la España de la mano tendida y la España del «no es no». En esas estamos, con el silencio cómplice de las figuras históricas del socialismo español.
Todo concuerda. A los españoles nos cuesta dialogar, ponernos en el lugar del otro, escuchar respetuosamente, dejar hablar…Basta observar las tertulias de la radio o la televisión, o repasar el rosario de insultos de unos a otros en las redes sociales, u oír el guirigay, todos hablando a la vez, en una celebración familiar, o, en fin, contemplar los debates del Parlamento o escuchar a la ministra de Educación. Aquí se impone el ruido y la furia.
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