A pesar del...
Dragó, Ferrovial y dos descansos
Su manifiesta hostilidad hacia los creadores de riqueza y empleo nos recuerda que no cabe bajar la guardia frente a los enemigos de las mujeres y los hombres libres
La muerte esta semana de Fernando Sánchez Dragó y las maniobras del Gobierno contra Ferrovial me llevaron a pensar en dos descansos.
Fernando fue, como reconocen tanto amigos como adversarios, un hombre incansable, que no dejó de trabajar hasta el último minuto de su vida. Si alguien merece un descanso, sin duda es él.
Defendió la libertad y la democracia, incluso en condiciones adversas como en la dictadura franquista, cuando tantos de los que después pontificaron sobre ambas no estaban ni se les esperaba.
Tengo, además, razones personales para estar agradecido a Fernando Sánchez Dragó, que siempre fue muy considerado conmigo, y me invitó a colaborar con él en varios de sus programas de televisión en Telemadrid –aquí un antiguo debate sobre el liberalismo con Juan Velarde, Santiago Tamarón y Jorge Verstrynge: https://bit.ly/3ZYWYhp. Descanse en paz.
Quienes nunca podremos descansar en vida somos los amigos de la libertad. La penúltima muestra es el acoso del Gobierno pretendidamente progresista a Ferrovial, mediante cartas amenazadoras aludiendo a «riesgos y contingencias», y el empleo de las terminales mediáticas como el diario «El País», que tituló: «Ferrovial se arriesga a un coste fiscal millonario por su traslado».
Pura propaganda, señora. Como le explicó el pasado martes Francisco Polo, portavoz de la compañía, a Carlos Alsina en Más de Uno en Onda Cero: «para esta decisión de Ferrovial no hay ninguna razón fiscal»; aunque sí hay «razones económicas sobradas», que tienen que ver con la liquidez de la acción, la mayor visibilidad ante inversores internacionales o las mejores condiciones de financiación.
El Gobierno pretende tapar la dura realidad, a saber, que su gestión ha sido nociva para las empresas españolas, en particular para las pequeñas y medianas, por no hablar de los autónomos, a los que ha maltratado sin desfallecer. Puede que le convenga ahora simular que no ha hecho nada para que Ferrovial haya preferido trasladar su sede a Países Bajos, pero su manifiesta hostilidad hacia los creadores de riqueza y empleo nos recuerda que no cabe bajar la guardia frente a los enemigos de las mujeres y los hombres libres. Aunque no haya realmente brotado textualmente de la pluma de Thomas Jefferson, esta antigua y sabia advertencia mantiene toda su validez: «el precio de la libertad es la eterna vigilancia».
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