Zaragoza

Al Qaeda en casa

La detención por parte de la Policía española en Zaragoza y Murcia, respectivamente, de dos presuntos terroristas islámicos vinculados a la red Al Qaeda cobra un sentido aún más inquietante, dado que el perfil de los detenidos, como subrayó ayer el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, es muy similar al de los hermanos chechenos autores de la matanza de Boston. En ambos casos se trata de individuos que han derivado hacia el islamismo radical estimulados por la red de propaganda que Al Qaeda mantiene en internet y que utiliza como banderín de enganche de nuevos reclutas. Aunque la información disponible es escasa, todo indica que los islamistas aquí capturados (el argelino Nou Mediouni y el marroquí Hassan el Jaaouni) habían intentado integrarse como voluntarios en los grupos de combatientes de la facción yihadista que actúa en el norte de África –AQMI– y que en estos momentos está siendo duramente combatida por tropas francesas y chadianas en Mali, a donde España también ha enviado tropas de adiestramiento. No son casos aislados, como demuestra el que desde finales de 2011 hayan sido detenidos en nuestro país 13 presuntos terroristas relacionados con la red de recluta y apoyo logístico de Al Qaeda, y deja patente la destreza del islamismo radical en las labores de captación. A nadie se le oculta que estos individuos, en principio dispuestos a morir como «mártires» del islam en la yihad norteafricana o siria, son fácilmente inducidos para atentar contra un Occidente en el que ellos encarnan todos los males. El riesgo se agrava al tratarse de individuos que, en muchos casos, han nacido en los mismos países a los que pretenden atacar o que llevan años residiendo en los mismos. Conocen, pues, el medio social en el que actúan y carecen de antecedentes penales, lo que hace que su identificación sea mucho más difícil. La mejor manera de prevenirse contra estos «lobos solitarios» es mantener una vigilancia estricta de las redes sociales islamistas, para lo que es imprescindible la estrecha colaboración con las policías del mundo musulmán, cuyos ciudadanos, no lo olvidemos, son las principales víctimas del terror de Al Qaeda. En este sentido hay que señalar que en la detención de los dos últimos activistas se ha contado, también, con el apoyo de la Policía de Marruecos. La firma de acuerdos de colaboración con los países del ámbito islámico que incluyan la aportación de medios materiales y humanos, sobre todo en el campo de la electrónica y la interceptación de comunicaciones, debe ser una prioridad en la política de seguridad de la Unión Europea que, en este asunto, no debería escatimar gastos. También son imprescindibles las labores de información y concienciación entre las comunidades de inmigrantes, que tan buen resultado han dado en Gran Bretaña.