Mascotas
Basta de maltrato animal
No existe dicotomía alguna entre el concepto primordial del ser humano como único sujeto trascendente de la Creación y el respeto debido y exigible al orden natural. Nada más absurdo que intentar contraponer categorías por esencia desiguales cuando de lo que se trata es, precisamente, de reclamar comportamientos que son distintivos del humanismo. En efecto, quien maltrata a un animal, quien encuentra disfrute en el dolor y la tortura de un ser viviente, no puede considerarse una persona moral y, de hecho, la sociedad, ya en sus inicios, siempre se ha precavido contra este tipo de individuos, desde la experiencia acumulada de que quien es cruel con un ser débil carece de empatía con sus semejantes. El reproche social ante esas conductas no ha sido todo lo contundente que debía, pero lo cierto es que el respeto y consideración hacia los animales forman parte del avance cívico de la humanidad y es reflejo de la calidad de las naciones. Es especialmente relevante cuando se trata de los animales domésticos, que, como el perro, no se entienden sin su estrecha y secular relación con el ser humano, desde que en los albores de la civilización se amansara al lobo... Hoy, en LA RAZÓN, publicamos un extenso informe sobre el maltrato animal en España que arroja conclusiones desalentadoras. No es sólo la existencia de auténticos desalmados, capaces de mutilar a un cachorro para verle sufrir, o de quienes consideran la vida y el bienestar del animal en términos estrictos de utilidad –caso de los galgos que se sacrifican cuando han perdido facultades para la caza–, sino de muchas personas, en principio bienintencionadas, que son luego incapaces de afrontar las responsabilidades de cuidar de un animal como se debe y, simplemente, lo abandonan. El hecho de que 104.501 perros fueran recogidos de la vías públicas españolas en 2015, según datos facilitados por la Fundación Affinity, da cuenta de la extensión de un problema que no deja de crecer pese a las numerosas campañas de concienciación llevadas a cabo para combatir esa creencia de que un cachorro es un juguete de usar y tirar. Contra el maltrato a los animales rige en España una legislación de carácter penal que, en los casos más graves, puede conllevar el encarcelamiento del infractor –como sucedió en 2015 con un vecino de Santander que mató a golpes a su caballo–, pero si queremos encarar el problema desde todos sus aspectos, es preciso actuar más allá de la sanción penal y adoptar medidas legislativas que regularicen la cría, venta y tenencia de animales con el propósito de desincentivar a quienes sólo ven en estas actividades un simple objeto de comercio. A este respecto se han puesto en marcha varias iniciativas parlamentarias –dentro del proceso de ratificación del Convenio Europeo de protección de animales de compañía– que deberían recibir el mayor respaldo posible. Asimismo, parece necesario que España armonice una legislación actualmente dispersa entre las 17 comunidades autónomas. Por último, pero no menos importante, hay que comenzar la labor de educación desde el colegio, y hay que hacerlo a través del currículo escolar de la misma manera que se ha hecho con el conocimiento y la defensa del medio ambiente. Las experiencias pioneras en este campo, de las que damos cuenta en nuestro informe, demuestran las ventajas de una educación que fomenta la empatía hacia los animales y robustece la biofilia natural de los niños, proporcionando unas aptitudes que, luego, se extenderán a toda su vida en sociedad.
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