Bildu
Bildu, línea roja para los demócratas
Que desde el nacionalismo vasco se procure la institucionalización de Bildu, la formación directamente heredera del brazo «político» de la banda terrorista etarra, no deja de ser una afrenta a sus víctimas, pero es una de esas estrategias de doble vía, comprensibles, por cuanto diluye la responsabilidad por omisión del PNV en la dolorosa tragedia sufrida por la sociedad española. Pero que el proceso de revisión histórica o, mejor dicho, de blanqueo del pasado criminal de ETA, se vea favorecido desde el partido del Gobierno de España, sin otra razón plausible que las necesidades de apoyo parlamentario del candidato y presidente del Ejecutivo en funciones, Pedro Sánchez, se escapa a la recta comprensión. Porque el problema no es tanto que los terroristas y el entorno que les dio cobertura no hayan sido capaces de admitir lo que su actuación supuso de delito de lesa humanidad, de atentado simple y directo a las libertades básicas de una población que se expresaba por vías democráticas y que, pese a los peores zarpazos padecidos, nunca demandó otra respuesta que la estricta aplicación de la ley, como que se abone desde las instituciones nacionales la interpretación de que existió un «conflicto político» que debe ser resuelto sin vencedores ni vencidos. Que, además, apuntalen el relato los mismos partidos de la izquierda que exhuman maniqueamente el franquismo y proscriben el olvido; los mismos que prescriben cordones sanitarios a una formación como VOX, perfectamente inscrita en el juego democrático, no deja de ser un ejercicio de inequidad pasmosa y, por lo tanto, un insulto grave a la inteligencia y la sensibilidad de la mayor parte de los españoles. No es sólo que desde la televisión pública, sufragada con los impuestos de todos, se invite a intervenir a un terrorista convicto como Arnaldo Otegi, que nunca se ha arrepentido de su pertenencia a ETA ni ha colaborado en el esclarecimiento de los crímenes de la banda que quedan por juzgar, sino que la emisora que preside Rosa María Mateo se justifique en que también se va a entrevistar a una dirigente como Rocío Monasterio, de trayectoria democrática y personal impecables, proponiendo una equidistancia simplemente intolerable. Una instrumentalización lamentable, a nuestro juicio, de un medio de comunicación público sin mayor motivo que justificar ante el cuerpo electoral el apoyo parlamentario de Bildu en la investidura de Pedro Sánchez, un partido, no lo olvidemos, que tiene declarado paladinamente que si actúa dentro de las instituciones nacionales es para hacer el mayor daño posible al modelo constitucional vigente. Pero es que, además, el discurso de los proetarras es potencialmente letal para los anticuerpos totalitarios de cualquier sociedad democrática. Ninguna legitimidad puede otorgarse a quienes trataron por la violencia de imponer sus ideas a los demás y que, como hizo el jefe etarra Josu Ternera ante el juez francés que decretó su ingreso en prisión el pasado 2 de junio, se permiten alardear de haber contribuido a un acuerdo de paz y de mantener contactos con las «altas esferas del poder», como si tuvieran estatuto de beligerancia y hubieran luchado una inexistente guerra. No. Entendemos los problemas del presidente del Gobierno en funciones ante las dificultades que se presentan a su investidura, pero la solución no puede pasar por el recurso a los herederos de una banda criminal que fue derrotada gracias al sacrificio de la sociedad española, a la firmeza de sus instituciones democráticas y al esfuerzo impagables de los hombres y mujeres de las Fuerzas de Seguridad del Estado y de la Magistratura. Otegi sólo es un hombre de paz en la medida de que no pudo conseguir sus objetivos y cercenar las libertades de los españoles.
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