PP
Casado, un liderazgo consolidado
Se cumple un año de la elección de Pablo Casado como presidente del PP, tras un proceso de primarias ejemplar, en el que compitieron algunos de los más caracterizados dirigentes de la formación, pero, también, en unos momentos muy difíciles, tras la inicua moción de cesura que desalojó de la presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy y su inevitable dimisión como líder del partido. Pablo Casado llegó, pues, a la presidencia de los populares en medio de turbulencias internas y con unas encuestas de opinión que ya alertaban de la extendida sensación de desengaño entre una parte de sus votantes tradicionales, disconformes con la reacción ante la intentona separatista en Cataluña y contrariados por unas políticas económicas y fiscales, que, si bien, habían conseguido evitar a España las peores consecuencias de un rescate financiero, no habían afrontado la reducción del gasto público. Unos votantes que, frente a la mera gestión, exigían el retorno de los valores tradicionales del partido, anclados en la defensa de los derechos individuales y los principios de unidad nacional consagrados en la Constitución. En estas circunstancias, Pablo Casado afrontó su primer desafío político, las elecciones autonómicas andaluzas, con un éxito indudable, incluso personal, pero que, paradójicamente, acabaría perjudicándole al instalar en la opinión pública, especialmente entre los votantes del centro derecha, la idea de que los resultados de Andalucía, que habían acabado con cuatro décadas de poder socialista, podían trasladarse a escala nacional. Sin embargo, las elecciones generales de abril supusieron una derrota sin paliativos, en las que el PP se desangró por su ala derecha, cayó al 16,7 por ciento de los sufragios y apenas se mantuvo por delante de Ciudadanos. Que sólo un mes después, en las elecciones municipales, los populares recuperaran buena parte del voto perdido, hasta superar el 22 por ciento de los sufragios, nos habla de la catarsis que supuso entre los votantes del centro derecha la victoria del PSOE, pero, también, de como Pablo Casado supo afrontar la crisis, mantuvo la unidad del partido y demostró acierto en la elección de sus nuevos primeros espadas. Hoy, un año después, el líder del PP no sólo ha consolidado su liderazgo interno, sino que está llamado a ejercer el papel de jefe de la oposición en una legislatura que se adivina, tras el probable pacto de Pedro Sánchez con la extrema izquierda, muy complicada. Casado cuenta, como revela la encuesta de «NC Report» que publica LA RAZÓN, elaborada entre los votantes del partido, con el respaldo muy mayoritario de las bases populares, que en un 89 por ciento están de acuerdo en mantener el «no» a la investidura del candidato socialista; aprueban los pactos con VOX –el 74,5 por ciento–, y que, en un abrumador 93,5 por ciento, declaran que volverían a votar al PP. Son también mayoría, el 60, 5 por ciento, los simpatizantes del partido que creen que con la nueva dirección, se han recuperado los valores tradicionales que representa la formación. Sin duda, Pablo Casado tiene aún mucho trabajo por delante, pero ha conseguido lo más difícil para un político: que sus votantes le perciban como alternativa creíble para presidir el Gobierno de la nación. A partir de ahí, es la búsqueda de la suma del voto de centro derecha, desde la convicción de que la división actual sólo lleva a la inestabilidad institucional, la tarea ineludible, aunque sin negarse a los pactos que sean necesarios con aquellas formaciones con las que comparte los ideales constitucionales básicos. Lo cierto es que España necesita un Partido Popular fuerte, con un liderazgo capaz de plantear una alternativa ideológica y política a las posiciones de la izquierda. Casado lo ha entendido así y tiene formación y carisma para llevarlo a cabo.
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