Consejo de Ministros

Diálogo y Constitución

Mariano Rajoy nunca ha negado el diálogo con Artur Mas. Desde su llegada a La Moncloa, la relación entre el Gobierno y la Generalitat de Cataluña ha sido respetuosa y la ha caracterizado un espíritu de colaboración en todos los temas de Estado. El Gobierno de España nunca ha tratado con desprecio ni desconsideración las propuestas de CiU, excepto cuando no se han situado en el marco legal establecido. Lo ha repetido Rajoy con insistencia en unos términos muy claros: todo, dentro de la Constitución; nada, fuera de ella. Sin embargo, esta posición siempre se ha interpretado como un síntoma de poca voluntad de diálogo, cuando en realidad CiU estaba ocultando la parte final del argumento nacionalista: «Abordar el diálogo y la negociación que permitan de forma pactada la celebración de una consulta al pueblo catalán», como Mas planteó a Rajoy por carta. En estos términos, el diálogo es imposible y Mas lo sabe. Sería, además, una irresponsabilidad. Pues ¿quién si no el Gobierno debe velar por el orden constitucional? Rajoy está, por lo tanto, abierto a un diálogo en unos márgenes muy claramente delimitados, en los que se puedan abordar los asuntos que de verdad afectan a la ciudadanía, es decir, los que tienen que ver con una mejor financiación, tema que el Gobierno nunca ha rehuido y que, en definitiva, son los que aseguran una cohesión de los territorios españoles y el engarce de Cataluña con el resto del país. El presidente del Gobierno ha dejado claro cuál es su objetivo prioritario: la recuperación económica, algo que incumbe de manera muy especial a Cataluña, mucho más que la madeja ideológica creada en torno al «derecho a decidir», y Mas lo sabe. Dialogar con el bochornoso documento en el que se recogían los supuestos agravios a Cataluña encima de la mesa es abrir una vía imposible que el Gobierno no va a aceptar y que sólo es propaganda. En las últimas semanas se han producido desencuentros que van más allá del protocolo y que tienen sus antecedentes, primero, en la decisión de la Comisión Europea de advertir que Cataluña quedaría fuera de Europa si se independizara de España y, segundo, en la posición del mundo empresarial, que ha pedido a Mas diálogo y sensatez frente a su plan soberanista. Artur Mas ha tensado hasta lo indecible las relaciones en una estrategia muy medida, en la que no se ha rebajado en nada su hoja de ruta de organizar una consulta en 2014 pase lo que pase, pero no ha encontrado la reacción que buscaba por parte del Gobierno, cuya prudencia sólo ha evidenciado que estaba dispuesto a volver a hablar con Mas si éste retiraba su calendario secesionista, que sabe que es un imposible. El Gobierno tiende la mano a Mas para dialogar y el presidente de la Generalitat debe actuar con responsabilidad porque sabe que su capital político se está agotando.