Cádiz
Dimensión política del viaje
Con su visita al cementerio nacional de Arlington, uno de los lugares con más carga simbólica para el pueblo norteamericano, el presidente Rajoy ha querido resaltar la dimensión afectiva de la estrecha relación que une a España con los Estados Unidos. En efecto, la alianza entre dos países amigos, para que sea firme y trascienda cambios coyunturales, no puede estar basada exclusivamente en cuestiones de intereses económicos, por más que en el mundo globalizado actual –y tratándose, además, de la primera potencia económica mundial–, éste sea uno de los aspectos fundamentales a considerar. Al depositar su homenaje floral ante la tumba del soldado desconocido, ceremonia a la que la Administración norteamericana dotó del mayor protocolo, con la interpretación de los himnos nacionales de ambos países, Mariano Rajoy dejaba también patente la realidad del compromiso en defensa de las libertades en el mundo que ha caracterizado la acción exterior de los EE UU, al tiempo que ponía en valor el inequívoco respaldo militar y político que la España democrática ha prestado a Washington durante las últimas décadas en esa noble tarea. Pese al desafortunado, ya episódico, desencuentro en la primera legislatura socialista de 2004, con la retirada unilateral y sorpresiva del contingente español de Irak, lo cierto es que España ha aportado su colaboración al despliegue occidental en la lucha contra el terrorismo internacional, esfuerzo y apoyo siempre reconocidos, como no podía ser de otra forma, por la Casa Blanca. El testimonio más reciente son los acuerdos que vinculan a ambos gobiernos para el despliegue del estratégico escudo antimisiles, cuyo mando operacional se instalará en Rota (Cádiz), que fue ampliamente tratado en la entrevista que mantuvieron Rajoy y Obama en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Cierto que la dimensión económica del viaje ha sido de la mayor importancia –incluye una entrevista de Rajoy con la presidenta del FMI, Christine Lagarde, y reuniones multilaterales entre los grandes empresarios norteamericanos y españoles–, puesto que se ha cubierto el objetivo y se ha resaltado el relanzamiento de la economía española y el éxito de las reformas llevadas a cabo por parte de uno de nuestros principales socios y aliados, de quien se espera un mayor esfuerzo inversor. Pero la agenda y los asuntos tratados han ido mucho más allá, de acuerdo a los numerosos intereses que comparten Washington y Madrid en todo el mundo, desde el Magreb a Iberoamérica, sin olvidar el futuro tratado de libre comercio transatlántico entre Estados Unidos y la Unión Europea, en el que España es un actor fundamental. Así lo ha entendido claramente Obama, que ha visto en Rajoy un «gran liderazgo que ha permitido estabilizar la economía española reduciendo el déficit público y empezando a generar crecimiento».
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