Cataluña

El desconcierto socialista

La Razón
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Con ocasión de la derrota de Alfredo Pérez Rubalcaba en el Debate sobre el Estado de la Nación nos referíamos a la deriva decadente del PSOE y a los peligros que conllevaba no sólo para la propia formación, sino para el sistema de partidos. Pedíamos una catarsis en el socialismo que condujera a la necesaria regeneración de personas e ideas. El objetivo era, y sigue siendo, la promoción de una fuerza que represente el centroizquierda homologable a la socialdemocracia europea para ofrecer al Estado de Derecho la estabilidad y la alternancia que necesita. Apuntábamos que el PSOE no podía perder más tiempo en emprender ese camino. Su proceso degenerativo ha sido lento pero incesante, y sus cuadros dirigentes, así como buena parte de sus cargos públicos, no han sido capaces de interpretar certeramente los síntomas del declive. Desgraciadamente, no hay señales que indiquen que algo se mueve en el PSOE en la dirección correcta, sino más bien todo lo contrario. Y esa obcecación en el error no es una buena noticia. El desconcierto del partido se agudizó ayer hasta extremos difícilmente reversibles. La ruptura de la disciplina de voto de los diputados socialistas catalanes y su apoyo a la propuesta sobre el derecho a decidir de Cataluña, presentada por CiU e ICV, en contra de la decisión de la dirección del grupo, debería marcar un punto de no retorno en la relación entre el PSOE y el PSC. Más allá de la tibia respuesta de Rubalcaba, en un intento estéril de minimizar la tormenta que demuestra además la languidez de su liderazgo, el mar de fondo en las filas socialistas es una galerna. Ni siquiera fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre la sanción o no de los diputados díscolos, y las rectificaciones sucesivas de Soraya Rodríguez y Elena Valenciano rozaron lo esperpéntico. Para redondear el estado de estrés de un partido desnortado, Carme Chacón se desmarcó de la decisión de Pere Navarro, pero no votó con el PSOE. El enredo equidistante de Chacón y su discurso de que no apoyará la ruptura de Cataluña con el resto de España no pueden desligarse de sus aspiraciones a desbancar a Rubalcaba. Como otros, Alfonso Guerra pidió la ruptura porque el PSC ha abrazado la disciplina nacionalista. La satisfacción de la Generalitat con la posición «histórica» de los socialistas catalanes apuntaló esa interpretación. Ferraz, sin embargo, templó gaitas. Pasar de puntillas por un acto de deslealtad tan grave es fiel reflejo de la fragilidad y la desorientación de una dirección amortizada que espera el relevo. Además de renacer en Cataluña, como reclaman cada vez más voces, el PSOE está abocado a enfrentar un proceso de refundación urgente. Por interés propio y por el bien general. Italia es hoy un espejo en el que mirarse para entender a qué peligros nos enfrentamos cuando las alternativas de gobierno no son sólidas.